jueves, 28 de abril de 2011

paseando por la mañana



Después del barullo de la noche, con copas, trapillos, juegos de palabras y algún cabreo madridista, vuelvo un poco a mi ser por la mañana (no soy ave nocturna). Madrugo y me doy un paseo a Los Cortijos Grandes, unas cuantas casas blancas a los dos lados del camino que va a Los Escullos. Sólo hay una casa ocupada, las demás están cerradas y vacías. Me siento en unas piedras y dibujo sin mucho afán. Se agradece el silencio que permite oir los pájaros. Visito una vieja noria de sangre (mula o burro).
Cuando vuelvo ya están desayunando. Alfonso se fue andando a Los Genoveses. Vuelve con el pan y la promesa de un vino.
Nos vamos a Los Escullos, esas rocas blancas esculpidas por el agua y el viento. A veces milhojas y otras colmenas. Toña y Enrique se quedan dibujando. Alfonso se ausentó en el bar, Upe y Kiko están en la playa. El resto visitamos el castillo de San Felipe, la terraza del Chaman y el resto de escullos hasta casi El Embarcadero. El viento apreta. Me escondo en un hueco y dibujo.
Luego: cañas, tapas, un gato con ganas de comer, ensalada y chuletas, el vino prometido y vuelta a la calma. Ese momento perezoso en que el sol entra por la ventana, cada uno hace sus cosas en silencio y en el aire se oyen las páginas de un periódico pasar y las voces de los críos que, lejos, juegan al fútbol.

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