viernes, 1 de abril de 2011

a casa de Jorge

Después de camelarnos como turistas en El Oasis 2, en la A44, a 66 kms. de Granada y comer riquísimos champiñones gigantes al ajillo con salsa roquefor en La Taberna de Baco, visitamos la antigua judería, ahora Realejo, subiendo el cerro de la Alhambra. Callecitas empinadas soladas de cantos, escaleras, cármenes llenos de cipreses, hierbaluisas, higueras y alguna palmera. Hasta las Torres Bermejas y la ruta modernista (dibujo la trasera de la Fundación Rodríguez Acosta). Y luego bajar otra vez hasta Fortuny.

Viajamos paralelos a Sierra Nevada que da fe de su nombre. Una reserva sin acuarela no es demasiado blanca. Paro el coche y doy unos brochazos sobre el cuaderno, que se arruga con el agua. Después el pueblo troglodita de Purullena, con las casas escarbadas en esos cerros terrosos que las lluvias arrugan como sábanas pospol. El desierto de Tabernas con un polvo verde que cubre la tierra como un jersey con pelotillas. MiniHollywood. Calajan no debiste crusá er Mississipi. Atravesamos la Sierra del Cabo de Gata por un collado y, por fin, Jorge.

Jorge nos espera con el look cambiado en la puerta de casa. Nos la enseña y también sus trucos: cómo se encienden las cosas y dónde esconden otras. Los muebles tienen las etiquetas con los precios. Es que los vende abajo. Son muebles que compra en India. Viaja, ve, compra y manda llenar contenedores para Almería. Siento cierto pánico viendo tantas puertas labradas en viejas maderas. Me imagino a los niños de las casas, con los ojos como platos, viendo cómo se las arrancan. Muebles desapareciendo para acabar en este almacén.
Dice que le aburre estar sentado en esa mesa viendo entrar y salir gente que ni siquiera saluda.

Nos hace una infusión muy agradable, charlamos un rato y se va. Le deseamos que disfrute del estrés y la movida de Madrid en nuestra casa, como nosotros de la tranquilidad y el solecito en la suya. Que así sea.


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