En Salobreña cogí muchos ladrillos transformados en hermosas piedras. Aquí no hay. Ni cristales. En la Playa del Arco recojo muchas piedras de distintos colores y formas, dependiendo de su dureza y formación mineral, todas material eruptivo volcánico. Como un personaje de Beckett, lleno mis bolsillos y las ordeno pacientemente para mirarlas. Pienso en un cuaderno de piedras, en un cuaderno de maderas. Otro de cristales y otro de conchas. Una biblioteca de cuadernos de objetos inútiles que el hombre desprecia. Aquellos que todavía no son mercancía y aún no tienen precio.
mis piedras saludan a las tuyas.
ResponderEliminarPor cierto ¿ donde están tus recetas?