A penas si ha quedado gente y esto vuelve a su estado, al vacío. Pienso que el gran atractivo de esta zona es el vacío. El lugar ideal para empezar. Cualquier cosa es importante donde no hay nada.
Hoy nos bañamos en la cala de La Media Luna. Aquí la arena camina hacia la sierra y la vegetación se agarra contra el viento. Como un jardín japonés, la arena rodea piedras, palmitos y rascamoños. Nuestras huellas desaparecerán por la noche y mañana habrá que empezar de nuevo.
Hoy hacen un castillo con foso. Martín organiza una exposición de piedras. Beni lee un libro y las hojas se las lleva el viento hasta el mar. Elvira se moja para hacerse un vestido de arena, calcetines y guantes. Y yo trato de dibujar a una excursionista alemana que, recalentada por el sol, se quita toda la ropa y se mete al agua. Demasiado rápida para inmortalizar ese cuerpazo para Angelito, que se queja de que dibuje tanta gorda. No me da tiempo ni a sacar la pluma.
El cielo se nubla, la pareja del fondo se viste y lanza una cometa. Es el momento de irnos.
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