En mi vida no ha habido algarrobos hasta el año pasado. Sólo conocía el algarrobo loco, o árbol de Judas, la única leguminosa de hoja simple. De golpe, atravesando el desierto de los Andes ecuatorianos a la costa de Perú, aparecieron miles, allí sobre las dunas. El conductor del coche me respondió:
son algarrobos. Eran árboles pequeños y delgados, casi arbustos. Por eso no reconocí aquel árbol viejo y retorcido de unos diez metros de alto. Aquel árbol que me impresionó en la cala de San Pedro el otro día.
Cogí unas hojas y vainas y... ¡ya lo tengo! Era un viejo algarrobo.
Arriba podéis ver la página correspondiente en mi libro de árboles y plantas, y una preciosa lámina de otro cuaderno infinitamente más útil y currado.
Hermoso dibujo!
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