entré de lleno en la madreselva,
entre sus intrincadas ramas,
en su olor, en su espeso follaje.
Me sentí sobre las altas ramas del moral
cogiéndote sus negros frutos.
Me sentí tendido
en el agua de la alberca,
rodeado de libélulas naranjas
y un antiguo canto
que venía de la alameda.
Y, de este lado, los chopos temblones
te aplaudían con sus hojas.
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