lunes, 21 de agosto de 2023

el cuaderno del juez

    En su regazo tenía el cuaderno de piel y fue cogiendo cada cosa, pedernal o cerámica o herramienta o hueso, y dibujándololos aplicadamente en su libro. Dibujaba con gran naturalidad y no se le vio arrugar aquella frente pelada ni fruncir aquellos labios extrañamente infantiles. Las yemas de sus dedos recorrieron el contorno de un mimbre antiguo adherido a un fragmento de arcilla cocida y lo plasmó también en su cuaderno con bonitos sombreados y gran economía de trazos. Es dibujante como otras muchas cosas, y su destreza queda siempre en evidencia. De vez en cuando dirige la vista al fuego o a sus compañeros de armas o a la noche. Para terminar colocó ante él el escarpe de una armadura fabricada en algún taller de Toledo tres siglos atrás, un pequeño "tapadero" metálico frágil y comido por el verdín. De esto hizo el juez un croquis de perfil y en perspectiva, rotulando las dimensiones con su pulcra letra, haciendo anotaciones al margen.
    Glanton le observaba. Cuando hubo terminado cogió el escarpe y lo examinó una vez más atentamente y luego hizo con él una pelota de chapa y lo arrojó al fuego. Reunió los otros artefactos y los lanzó también a las llamas y sacudió el toldo y lo guardó doblado junto con el cuaderno entre sus bártulos. Luego se sentó con las manos ahuecadas en el regazo y aparentemente satisfecho con el mundo, como si se le hubiera consultado a élen el momento de su creación.
    Un tal Webster oriundo de Tennessee había estado mirando al juez y le preguntó qué se proponía hacer con todas aquellas notas y bocetos y el juez sonrió y le dijo: Está claro que alguna vez has sido dibujante, esos dibujos se parecen bastante al original. Pero nadie puede meter todo el mundo dentro de un libro. Como tampoco nada de lo que sale dibujado en un libro es como aparece.
    Bien dicho, Marcus, le espetó el juez.
    Pero a mí no me dibujes, dijo Webster. Yo no quiero estar en tu libro.
    El mío o el de cualquier otro, dijo el juez. Lo que ha de ser no se desvía ni una pizca del libro en que está escrito. ¿Cómo podría? Sería un libro falso, y un libro falso no es libro ni es nada.

Cormac McCarthy en Meridiano de Sangre. Traducción de Luis Murillo Fort. Debolsillo. Penguin Random House. 11ª edición. Barcelona 2023.

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