lunes, 6 de diciembre de 2021

yacimiento del cerro del cuchillo

El yacimiento del Cerro de El Cuchillo, también llamado Morrica del Prado, presentaba las condiciones idóneas para su excavación, no sólo por los abundantes e interesantes restos constructivos —relativos a algunos recintos, a la muralla y a la torre— que afloraban en la superficie, sino por el presumible buen estado de conservación de los mismos. Las excavaciones en el yacimiento, dirigidas por M. Hernández Pérez, J.L. Simón García y J. A. López Mira se sucedieron durante diez años (1986- 1996). Las conclusiones iniciales referentes a las estructuras y materiales exhumados en las primeras campañas de excavación se publicaron, en el año 1994, en una monografía titulada Agua y Poder El Cerro de El Cuchillo (Almansa, Albacete). En dicha publicación, además del análisis exhaustivo que los autores llevan a cabo acerca del poblado, se incluyen estudios específicos sobre industria ósea e industria lítica, realizados por Juan Antonio López Padilla y Francisco Javier Jover Maestre, respectivamente; y los resultados preliminares del 40 estudio antracológico, realizado por Elena Grau Almero, y antropológico, elaborado por Matilde Arnay de la Rosa y Emilio González Reimers. 

El Cerro de El Cuchillo se ubica en el extremo meridional de la Sierra de Los Cuchillos, en el extremo noroeste del Término municipal de Almansa (Albacete). Se trata de un cerro de tendencia troncocónica que presenta una plataforma superior alargada de unos 60 m de longitud y 20 m de anchura, en dirección norte-sur. El poblado se extiende a lo largo de esta plataforma, así como por toda la ladera septentrional. A pesar de que se trata de una zona con tierras poco adecuadas para llevar a cabo una intensa explotación agrícola, la presencia en la zona de cubetas endorreicas y de manantiales, así como de una vegetación de marjal, harían de ella un punto estratégico para el control de los recursos más preciados de cara al mantenimiento de una cabaña ganadera. Además, debido a la configuración geológica de las tierras, el agua sería, en muchas ocasiones, moderadamente salobre, con las ventajas que supone para el consumo animal. 


Cronológicamente, el poblado se adscribe al Bronce Antiguo y Pleno. Su ocupación dura aproximadamente dos siglos —a mediados del II milenio a.C.— parecen existir tres fases sucesivas y una última ocupación esporádica en momentos posteriores. Las dos fases intermedias permitieron obtener las siguientes dataciones de C-14 (sin calibrar): 1640 ± 90 a.C., 1550 ± 90 a.C., y 1460 ± 90 a.C., para la segunda fase y 1440 ± 90 a.C., para la tercera fase. El último momento de ocupación no proporcionó materiales significativos que permitan su asociación a un período cronológico concreto. Su extensión aproximada es de unos 600 m2 , espacio relativamente modesto en cuanto a sus dimensiones, si lo comparamos con otros poblados coetáneos, en algunos momentos de la secuencia, como la Morra de Cola de Caballo (Albacete), de más de una hectárea; o El Acequión (Albacete), de 2300 m2.

Los recintos se disponen a ambos lados de una calle central y se adosan a un complejo sistema de acceso y defensa del poblado. El sistema defensivo se abre al exterior a través de dos puertas, una en cada uno de los extremos, y consiste en un complejo entramado de pasillos cegados, escaleras, muros y recintos que se organizan encabezados por una construcción cuadrangular maciza. Esta construcción, ubicada en el extremo meridional del yacimiento, se ha interpretado como una torre. Alrededor del poblado, a media altura sobre la ladera, aparecieron restos de lo que pudo ser un camino de ronda. 


Ladera norte:

I. En la primera fase de ocupación, este espacio forma parte de la calle central del poblado. En la segunda fase, tras cegar la puerta este de la muralla, se convierte en un lugar de habitación adosado al muro perimetral interno. En él se encontraron varias cubetas y se documentó un particular pavimento, realizado con finas lajas de piedra cubiertas por capas de barro. El relleno antrópico sobre el nivel más antiguo está datado, por C-14, en el 1640 ± 90 a.C. 

II. Este espacio reducido abierto a la calle principal y presenta cuatro niveles de ocupación. Lo más destacable es un banco hueco, correspondiente al nivel más moderno, en el que se encontraron varios vasos cerámicos, uno de ellos con ocre y otro con cereales. 

III. Espacio de planta trapezoidal, de unos 4 m de ancho y 3 de largo, abierto a la calle principal y en el cual se ha documentado un único nivel de ocupación. En él destaca una cista de piedra (rectángulo de piedra de pequeñas dimensiones de carácter funerario), con el suelo enlosado, rellena de margas y escaso material arqueológico. 

IV. Gran construcción de planta cuadrada, sin puertas de acceso y con una profundidad máxima de 3,65 m, que ha sido interpretada como una cisterna. Estaba rellenada de forma intencional y en el fondo de ésta, por encima de una capa de limos, se encontraron restos humanos pertenecientes a dos individuos. La cisterna debió amortizarse como basurero hacia el 1550 ± 90 a .C., según las dataciones de C-14 obtenidts a partir de un carbón que se halló debajo de los cuerpos. 

VIII. Con 6 m de anchura y 4 m de largo constituye uno de los recintos más grandes del poblado, aunque en un segundo momento se redujo su espacio. Presenta un silo excavado junto al muro sur y se encuentra abierto a la calle principal. 

IX. Abierto a la calle principal y con un silo excavado en el área central. 

X. De unos 4 m de ancho por 5 de largo, abierto a la calle principal. En él se encontró uno de los enterramientos. 

XI. De unos 4 m de ancho por 6 de largo, abierto a la calle principal. En él se encontró otro de los enterramientos. 

XII. De unos 5 m de anchura y 5 m de longitud máxima, abierto a la calle principal. En él se encontró un vasar, un nivel de pavimentación realizado con lajas de piedra y un cráneo y algunas vértebras en conexión anatómica bajo uno de los muros del recinto. 

Ladera sur:

V. De 7 m de ancho y 4 m de largo, en la que se constatan tres niveles de ocupación.  

VI. Situado en la ladera oriental, de 6 m de ancho por 3 de largo, presenta 6 niveles de ocupación, todos ellos correspondientes a los momentos iniciales del poblado. Destaca el último nivel, datado por C-14 en el 1440 ± 90 a.C., al que se asocia un vasar de piedra y abundante material arqueológico.

VII. Gran recinto de planta rectangular, de 4 m de longitud máxima, en cuyo nivel inferior se han podido identificar tres ambientes con claras diferencias funcionales. En uno de ellos se encontraron restos de un telar, varios hornos y una zona de almacenamiento de cereales en vasijas y cestos de esparto. En otra de las zonas se detectaron dos silos excavados en el suelo y un molino. Este espacio sufrió un gran incendio, lo que ha permitido recuperar abundante material arqueológico. 

XIII. De unos 10 m de anchura y 5 m de longitud, abierto a la calle principal. En él se encontraron abundantes restos cerámicos. 

XIV. Gran recinto rectangular, de unos 10 m de anchura, abierto a la calle principal. Las estructuras estaban en mal estado de conservación. 

Se trata del hábitat de un grupo familiar amplio de unos cincuenta individuos, a juzgar por el tamaño del yacimiento y por la presencia de recintos especializados en diferentes actividades y aparentemente comunitarios, con una base económica fundamentalmente agropecuaria tendente al autoabastecimiento. Los estudios zooarqueológicos confirman la presencia de una importante cabaña ganadera, principalmente de ovicápridos, en un entorno con condiciones excelentes para su mantenimiento. En el poblado también aparecen espacios comunales, para el almacenamiento del cereal y su molienda, en los que se encuentran varios silos y molinos de gran tamaño.

La comunidad del Cerro de El Cuchillo mantuvo una economía mixta en la que la ganadería es el recurso más destacable. Otras explotaciones secundarias que se constatan en el yacimiento serían las relacionadas con los recursos lácteos y textiles y con la caza de animales salvajes. La aparición de materias primas foráneas en el poblado implica, necesariamente, la existencia de ciertas redes de intercambio y de productos para intercambiar. También se registra una incipiente actividad metalúrgica, a juzgar por la presencia de algunos elementos metálicos, escorias y moldes de fundición, aunque no hay minas.

Se puede determinar la existencia de 16 enterramientos, uno de ellos doble, y algunos restos aislados, pertenecientes a catorce individuos adultos y tres infantiles, siempre inhumados, sin rito de fuego. Los enterramientos se documentan en el interior de los lugares de hábitat y entre los dos lienzos de muralla. La colocación de los individuos no es homogénea, mientras que algunas inhumaciones están realizadas en cistas, otras no presentan ninguna construcción específica, estando cubiertas, simplemente, por lajas de piedra. Tampoco existe una norma en cuanto a la deposición del cuerpo. Todos son varones, lo que indica una diferenciación del ritual funerario marcada por el género. Ninguna de las inhumaciones presenta materiales arqueológicos asociados que puedan ser considerados como elementos de ajuar.

Se puede deducir que se trataba de un grupo social organizado en función de la línea de parentesco. Es decir, un grupo familiar amplio, cuyo carácter hereditario se refleja, sobre todo, en la presencia de enterramientos infantiles en el espacio de hábitat, donde sólo unos pocos tienen derecho a ser enterrados. Dentro del grupo debieron de existir diferencias de género y de estatus social, evidenciadas también en el contexto funerario. Sólo se entierran algunos varones en el interior del espacio amurallado y, dado su escaso número, debió existir otra zona de enterramiento para el resto de la población. Por otra parte, la existencia en el poblado de áreas comunales de trabajo y almacenamiento, la homogeneidad en cuanto a los ajuares domésticos y la inexistencia de ajuares funerarios llevan a pensar en un acceso igualitario a los recursos y en la inexistencia de un concepto de propiedad individual. También se constata una incipiente aparición de trabajos artesanales especializados, como la metalurgia o el trabajo del marfil, que requieren la aplicación de una serie de conocimientos tecnológicos y el empleo de un utillaje específico. Estos trabajos están orientados, sobre todo, a la elaboración de elementos de adorno o del utillaje necesario para ese mismo fin. 

Se han encontrado numerosos botones prismáticos cortos de marfil con perforaciones en y botones prismáticos largos con doble perforación en V, cuatro fragmentos de brazaletes de marfil, cuentas discoidales y tubulares con perforaciones centrales hechas de malacofauna, una cuenta oval en piedra, colgantes hechos con valvas, dos colgantes de colmillos de suido (jabalíes), fósiles de moluscos, placas multiperforadas de marfil, una placa de hueso, placas fragmentadas de piedra, un fragmento de anillo de bronce y otras cuentas y fragmentos en proceso de fabricación. 

El origen del marfil que aparece en la Península Ibérica en contextos de la Edad del Bronce es, probablemente, extraeuropeo. Descartado el empleo de marfil fósil u odontolita, sería de procedencia norteafricana. El marfil se constata por primera vez en algunos yacimientos calcolíticos precampaniformes de Andalucía y el sur de Portugal. A partir del Campaniforme y la Edad del Bronce los elementos de marfil se multiplican, lo que supone la consolidación de unas redes de intercambio existentes ya en momentos previos. Durante este período encontramos una amplia difusión de objetos elaborados con marfil. Hay numerosos yacimientos con presencia de elementos ornamentales elaborados con marfil, por ejemplo, el Cerro de La Encantada (Ciudad Real). El hecho de que en el Cerro de El Cuchillo no se hayan encontrado fragmentos de marfil sin manufacturar, aunque sí adornos inacabados, podría sugerir, además, la idea de un intercambio de piezas semifacturadas en forma de barras prismáticas, placas de sección plana y barras de tendencia anular.




La importancia de este yacimiento radica en que fue abandonado junto a muchos de sus bienes cotidianos, como utensilios de cocina, cerámica, material agrícola, ajuares, vestimentas entre otros restos. Esta condición lo hace único para el estudio de los pobladores de la Edad del Bronce, ya que han dejado mucha información de sus modos de vida. El yacimiento está excavado en su totalidad en diez años (de 1986 a 1996), lo que ha llevado a ser un “modelo” a la hora de comparar con otros poblados coetáneos de nuestro país.

En una excavación del yacimiento apareció una vasija de arcilla con motivos solares única para la Prehistoria de Castilla–La Mancha debido a su forma y a la decoración que presenta. Es un pequeño recipiente con unas medidas de 13,5 centímetros de altura por 6,5 centímetros de diámetro. Destaca su decoración a modo de impresiones de bandas horizontales y pequeños trazos verticales. Además, presenta una guirnalda a modo de arcos semicirculares y seis representaciones en forma de sol junto a motivos que recuerdan a la rama de una planta o ramiforme. Debido a su pequeño tamaño estaría preparada para colgarse y estaría relleno de algún mineral como ocre o alguna hierba aromática dedicada a rituales. Actualmente, la pieza se encuentra en el Museo de Albacete.





Entre las formas cerámicas constatadas en el yacimiento se encuentran las de casquete esférico, semiesféricas, de tendencia esférica con y sin cuello, las carenadas con asa o mamelones en la línea de carena, siempre a media altura. Se han encontrado algunos fragmentos con decoración de cordones curvilíneos con impresiones digitales y vasos con cazoleta interna.







El conjunto estaba rodeado de tres líneas de murallas, con puertas en diferentes puntos para dificultar el acceso directo al poblado, una torre o plataforma central en el punto mas elevado, una cisterna para almacenar agua y espacios diferenciados, unos para residir y otros para desarrollar actividades artesanales, como el hilado y tejido, la elaboración de instrumentos de silex, hueso o metal, el almacenamiento de grano y productos alimenticios y el resguardo de algunos animales.
El grupo se articulaba de forma jerárquica, hombres, mujeres y ancianos y niños. Prueba de ello es que tan solo una docena de individuos tuvieron el privilegio de ser enterrados dentro del poblado, en fosas construidas entre las casas y las murallas.

Normalmente se trataba de enterramientos individuales, mayoritariamente adultos, algunos de avanzada edad, hasta el punto que habían perdido todos sus dientes, junto a los cuales se encontraron tres enterramientos infantiles, de menos de dos años de edad.
No poseían ajuar alguno, tan solo su ropa o sudario, si bien habían sido depositados siguiendo un ritual predeterminado, pues todos estaban enterrados en una postura encogida, de lado y con una mano cerca de la boca. Sin duda se trataba de personajes importantes para la comunidad, por su posición jerárquica, sus conocimientos o por otros motivos difíciles de comprender desde la perspectiva actual, como en el caso de los niños.

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