viernes, 16 de noviembre de 2018

mystras


Los perros andan sueltos. A veces, atraviesan famélicos la carretera. En las ciudades, se tumban al sol, se juntan en una manada extraña de distintas razas y tamaños, alguno lleva un trozo de cadena colgando. Desde el hotel, se les oye ladrar por las noches. Tristes, con el rabo caído.

Mystras, o Mistra, fue una ciudad amurallada bizantina importante, aunque fundada por los francos. Tanto, que fue la capital del Despotado de Morea, lo que hoy es la península del Peloponeso, y en ella fue consagrado como emperador de Bizancio Constantino Pragaze en 1449. Su gloria va desde 1249 hasta finales del siglo XV. En 1834 se crea la nueva ciudad de Esparta, en 1922 se proclama yacimiento arqueológico y en 1953 se queda sin habitantes. Actualmente es un yacimiento en constante reconstrucción que ocupa toda la ladera que da al valle de Esparta de un monte empinado llamado Taigeto, coronado por un castillo. Está a solo 7 kilómetros de Esparta, de cuya antigua ciudad romana se sirvió de sus elementos constructivos.

Se sale por una carretera bonita flanqueada por eucaliptos y, enseguida, se ven los primeros hoteles. Tiene dos entradas. Una abajo del todo, y otra a la altura de Santa Sofía. Nosotros utilizamos las dos. A la segunda se puede acceder en coche y ver la ciudad alta; y luego bajar para ver la ciudad baja. Sus calles interiores son escaleras o caminos de piedra. Nada que ver con el rigor en la planificación de los romanos. Su fuerte pendiente hace que sea caótica y que por ella nunca pudieran circular carros.

Lo más interesante son sus iglesias y monasterios medievales (el Palacio de los Déspotas no se visita); pero también lo apacible del entorno, lleno de vegetación. Es para pasar un día agradable en un lugar mágico. En las pequeñas praderas, junto a las iglesias, pueden verse a las familias de visitantes almorzando.

Los interiores suelen estar muy deteriorados, pero encantadores. En mis dibujos podéis verlas: Santa Sofía, del siglo XIV; San Demetrio, del sigloXIII, con muchos frescos en la iglesia, claustro de tres paredes (la cuarta es un jardín de naranjos), torre campanario del XIV y un pequeño museo con telas, joyas y una placa de mármol con la ascensión de Alejandro Magno; el hermoso patio de la Iglesia de Evangelistria; la Casa de las Karis (XIV y XV); el Monasterio de Pantanassa (la última en construirse), bastante impresionante y muy bien cuidado, es ahora convento y en él viven las monjas (sus plantas y su silencio dan mucha envidia), terroríficos frescos de la resurrección de Lázaro y Adán y Eva saliendo de sus ataudes; Hodegetría (1310) y San Teodoro (1296), con una cúpula central de gran diámetro.

En resumen, un día muy agradable en increíbles espacios en que vegetación y arquitectura luchan por sobrevivir. Hay cipreses inabarcables entre tres personas, olivos gigantes, arces, mucho lentisco y cornicabra. Es como un laberinto apacible (ahora no hay turismo) donde disfrutar: patios con soportales comidos por las plantas, iglesias con culto llenas de exvotos metálicos con relieves de ojos, piernas, bebés...iglesias con pequeñas iglesias escondidas en otro nivel, frescos con historias truculentas, esculturas extrañas, relieves fantásticos... en fin, toda esa oscuridad medieval en un paseo por el monte.

A las cinco de la tarde nos echan. Por la autovía nos acercamos a Nauplia por Trípoli en una hora. El hotel está en el puerto deportivo. Damos una vuelta. Nauplia, o Nafpli, es una ciudad pija con tiendas de ropa cara y bares y negocios muy puestos, impolutos. Todo el casco viejo está peatonalizado y lleno de terrazas chic. Las fachadas parecen recientes, con maderas de colores marineros, balcones y contraventanas. En la bahía hay un castillo iluminado que vemos desde nuestro balcón, que da al mar.

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