martes, 6 de noviembre de 2018

el santuario de delfos


Al abrir el balcón, encontramos un precioso paisaje de montañas y un río que baja encajonado formando un estrecho valle lleno de olivos muy juntos que dan un aspecto de manto gris azulado (y no de lunares como en el sur español) con unos palotes más oscuros, que son cipreses. Este valle acaba en el golfo de Corinto, una entrada de agua brillante, al fondo, rodeada de montañas que se superponen en capas cada vez más azules y más claras, perdiéndose en la lejanía.

Dedicamos el día a pasear por la ladera sur del monte Parnaso (2457 metros, arriba hay una estación de esquí), morada de Apolo y las Musas, como si de una romería se tratara. Como es primer domingo de mes, la entrada es gratis. Es un yacimiento arqueológico impresionante con una fuerte pendiente que cae hasta el río. Se entra por lo que queda del antiguo ágora, donde empieza la Via Sacra, que serpentea en cuesta hasta el Templo de Apolo con los monumentos y templetes que las distintas ciudades estados construyeron para las ofrendas de sus súbditos, y que llaman Tesoros, a ambos lados. Se ha reconstruido el de Atenas. Allí se ofreció a Apolo el botín de guerra tras la victoria de Maratón. Enfrente está la piedra donde la primera sacerdotisa, Sibila, hablaba en trance, como boca de Apolo. Se pagaba una tasa y el dios contestaba con ambigüedades o evasivas, como las empanadillas chinas, que un sacerdote tenía que interpretar. Cuentan que un rey de Lidia preguntó si debía atacar al gran Ciro de Persia, y el oráculo le contestó: Si cruzas el río, se destruirá un gran imperio. Y el rey Creso atacó sin caer en la cuenta de que ese gran imperio sería el suyo.

Del gran templo de Apolo solo se alzan algunas columnas. Encima, el graderío completo del teatro, en muy buen estado; y arriba del todo, formando una explanada el impresionante estadio, con su puerta de tres arcos y las gradas, donde cada año se jugaban los Juegos Píticos (Pitia era la sacerdotisa). Y como fondo, los picos grises y rojizos de la montaña caliza con algunos puntos de vegetación. Entre los bloques de piedras y columnas, cipreses, coscojas, abetos y pinos. En el cielo, buitres y águilas reales planeando.

Fuera del recinto, bajando la montaña hacia el río, está la fuente de Castalia, lo que queda del gimnasio donde entrenaban los atletas, con sus baños y pistas, y el recinto llamado Marmaria (cantera de mármol) con dos templos dedicados a Atenea, entre los que hay un extraño monumento circular, con tres columnas en pie, de sus veinte, que nos da una idea de la monumentalidad del conjunto. Todo muy flipante, Yo me entretengo dibujando sentado en algún capitel jónico y a la sombra de alguna columna, pero sin poder poner las acuarelas sobre ninguna piedra, pues no pueden mancharse con ningún pigmento.

Comemos tarde sopa de pollo y carne a la brasa. Descansamos un poco en el hotel y volvemos al monte a visitar el museo del yacimiento, que es una pasada. Allí han recompuesto el puzle de los frisos de los templos, algunos con sus colores originales. Interesante la batalla de los dioses con los gigantes del templo de Atenas, las cariátides del de los sifios, la tremenda esfinge alada exvoto de Naxos, el auriga ganador de la carrera de cuádrigas de los Juegos del 478 ac, los cascos, los pequeños caballos exvotos de bronce.

Cuando salimos ya se ha hecho de noche. Se fueron los autobuses de turistas y nos quedamos solos paseando por las calles. Los restaurantes vacíos, las tiendas con copias de los objetos del museo. En los menús, pizzas y hamburguesas. En la tele, Master Chef, Supervivientes, Got Talent, La voz. Monocultivo de basura.

Sin pelanos, no hay augurios. ¿Qué será de nosotros?
Mañana será otro día.

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