Desayunamos temprano para llegar pronto a Atenas. Saliendo de Corinto, paramos en el canal, una vieja trinchera de finales del siglo XIX para cumplir un sueño de Nerón. La herida ha quedado tan estrecha que apenas si tiene uso, solo algunos yates y otros barcos pequeños. Hay un puente peatonal para cruzarlo, además de la carretera.
No para de llover durante el viaje por autopista. El agua que levantan los camiones no dejan ver la carretera. Entramos hasta Sintagma y bajamos al Arco de Adriano. A las diez y media dejamos el coche. Resulta agradable volver a la ciudad donde empezamos, ya como expertos viajeros que conocen sus calles. Es como encontrar a un viejo amigo. Las callejuelas de Plaka, la Torre de los Vientos, la biblioteca de Adriano, la microcatedral, la peatonal Oiolou hoy triste con el frío, las terrazas vacías, el viejo café de los rosquillos cerrado. El dueño del Hotel Tempi nos propone una mejora en el Hotel Cecil, un hotel elegante venido a menos, pero sin rendirse, con cierto esplendor. El comedor, precioso, en la esquina de la primera planta. Escayolas, maderas, una escalera en espiral que sube rodeando un viejo y coqueto ascensor cilíndrico. Nos gusta.
Por Adriano, vamos a la Acrópolis para ver su museo. Es un buen museo. Explica muy bien la posición de cada pieza en el yacimiento con una especie de recreación de los templos a su tamaño. Solo la planta alta reproduce el Partenón. Como un puzle han recompuesto las piezas encontradas. No dejan fotografiar. Dibujo cosas curiosas, esculturas coloreadas, caras dramáticas. Descansamos en la cafetería, desde donde hay una estupenda vista de la Acrópolis.
Comemos bien, de guiso, que ya había ganas; Beni, un arroz con pollo y yo un potaje de habichuelas. Después cojo la lista de cosas pendientes. Un local de cervezas artesanas y la librería cafetería restaurante Poems&Crimes, que están por aquí, cerca. Panos, de For Beers, no se enrolla. Le digo que colecciono chapas y me busca una buena cerveza con tapa ilustrada, lo dibujo sonriente y le pongo su nombre. Ni por esas. Le pregunto por las tapas de las que ya ha vendido, pero no se deja doblegar. No hay nada para mí, excepto la de la Fresh Chios Beer que me estoy bebiendo. Fracaso total.
Poems&Crimes es un local de la editorial Gravriélides donde se venden libros y ponen cafés, vinos, cervezas y comidas. El ambiente es más literario que de casa de comidas. Encima de cada mesa hay un libro diferente. Pero no hay demasiados libros expuestos. Hay algún barbudo con pinta de tertuliano y un señor muy simpático con la cabeza pequeña y una prominente nariz, que resulta ser el dueño. Un grupo de señoras toman vinos y un grupo de jóvenes charlan con un café. La camarera viste de ursulina y el camarero, como todos los jóvenes de Grecia y del resto del mundo, lleva una barba recortada.
Curioso el dueño, avista mi cuaderno y se ríe de su enorme nariz dibujada. Una vez terminado mi curro, se lo enseño, para conocer sus nombres. Él es Sami, y los demás: Apóstolos, Lila, Nikos y Koimas. Sami me cae bien, le dejo hacer una foto para las redes. A cambio me regala un libro bilingüe, español y griego, de una escritora argentina llamada Marta Silva Dios Sanz y editado por él.
Asunto concluido. Mañana volvemos a Madrid.
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