viernes, 2 de noviembre de 2018

la acrópolis de atenas


La Acrópolis era la parte amurallada de la ciudad donde se veneraba a los dioses. Es una colina de piedra con un recinto amurallado en la cumbre y algunos templos, teatros y otras instalaciones en la falda sur, que es donde está la entrada al recinto. Es muy impresionante. Para visitarla nos unimos a un grupo de españoles con guía, una chica con prisas que hace las paradas donde hay sombra. Recorremos deprisa el Teatro de Dionisos, el Odeón de Herodes, cerrado, la entrada, con el templo de Atenea Niké a la derecha (celebra la victoria contra los persas en la batalla de Salamina), los ciclópeos escalones, el Partenón, templo dedicado a Atenea, la diosa de la sabiduría que da nombre a la ciudad, y el templo de Erechtheion, con sus famosas cariátides (la de la derecha, la mangaron los ingleses en su continuo saqueo).

Acabada la visita, volvemos a hacerla con más pausa y cuaderno en mano. Dibujo las impresionantes vistas hacia la colina Lykavittos, la más alta, el teatro de Dionisos, la cueva de Nuestra Señora y las dos columnas corégicas, el Odeón de Herodes y las vistas de la Acrópolis desde la roca de enfrente, que, dicen, fue el primer parlamento. Allí la gente espera una puesta de sol que no sucederá, pues una nube se interpuso.

Una planta no localizada da un olor recurrente a Atenas. Es una mezcla de lejía y canela. Bajamos al Ágora Antiqua, centro administratico, político y comercial de la Atenas clásica, rodeándola. Paramos en una bonita terraza con vistas a ella y nos comemos una ensalada verde riquísima y pollo a la brasa, mirando hacia unas cuantas ruinas y, allá al fondo, sobre la Colonos Agoreo, Hefestión, el templo de Hefesto y Atenea. Llegamos rodeando las ágoras hasta la plaza de Monastiraki y cogemos la peatonal comercial Ermou, donde paramos a comer unos pasteles griegos frente a una pequeña iglesia bizantina, y después continuamos hasta Syntagma, su fuente de agua azul y sus escaleras llenas de gente sentada, que conduce al Parlamento, jalonadas por dos enormes macetas con forma de copa y pitas en sus interiores. Dibujo entre unos chavales que beben whisky mientras descansamos. Luego, nos acercamos a la nueva Catedral, bastante mediocre tirando a fea, pero que esconde detrás una preciosidad: la llamada Mikrí Mitrópoli , la pequeña catedral, del siglo XIII, con relieves en mármoles recogidos de otros lugares y un dintel con una representación personificada de los meses del año. A mí el que me gusta es un relieve con un felino gigante mordiendo a lo que parece un perro, que está en la fachada trasera.

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