domingo, 3 de julio de 2016
bitonto, castel del monte, andria y trani
Recorremos el casco viejo de Bari. Nos invitan a mejillones crudos. Quedamos con Ángela, la novia de Franco. En Bitonto, comemos sepiolina y nos dejan hacer fotos en las tiendas. En la Chiesa del Purgatorio dos esqueletos custodian la puerta, uno tiene un reloj de arena y otro una guadaña; encima hay cráneos de curas y obispos, y más arriba ángeles rescatando almas. Bitonto es un pueblo bonito y tranquilo. Agradable y soleado, con paredes de piedra y puertas de madera. Comemos en un restaurante llamado Le Monaché, que es una cava abovedada de piedra. Bellísimo y sencillo duomo del 1500. Marcos y capiteles trabajados con animales mitológicos. A la salida, visitamos la casa de la madre de Franco, que nos confunde con una pareja de testigos de Jehová. Y luego nos canta una bellísima canción.
De Bitonto vamos a Castel del Monte. Castillo con forma de corona octogonal con ocho torres también octogonales, de Federico II (1250 aprox.) y con muchas claves, construido teniendo en cuenta las constelaciones sobre una iglesia benedictina en honor a Santa María del Monte y que se usó para el rodaje de la película El nombre de la rosa. Dentro es muy fácil perderse pues todo está repetido ocho veces y no sabes si ya has estado allí.
A 18 kilómetros está la ciudad de Andria, con 90.000 habitantes, famosa por sus productos lácteos como la burretta, mozzarella con líquido dentro y tropezones de queso. De allí vamos a Trani, una ciudad rica y noble con puerto al Adriático, muy agradable; tanto que apetece quedarse a vivir aquí y que siempre sea domingo a finales de verano con la gente arreglada. Preciosa su catedral normanda con una torre alta y estilizada y el castillo en su puerto albergue de cruzados.
Llegamos cansados a casa. Franco dice que le relaja más hacer la cena para los amigos que ir a un restaurante. Fumamos en el balcón y Franco baila con Beni una canción juntándose y separándose porque se trata de una canción en que el hombre es aceptado y rechazado por la mujer. Luego hace una berenjena con pomodoro riquísima y unos boquerones fritos con un vino Baronesa, una especie de moscatel u oporto sin curar.
Francesco da clases de yoga, que dice ser una técnica que surge como una necesidad en un contexto que hace que se convierta en filosofía, en una forma de pensar. Hervé nos cuenta lo mal que lo pasó tras la ruptura de su relación y cómo el footing lo ha relajado y ha cambiado sus prioridades. Quety lo mira como cómplice y le pasa la mano por los hombros. Francesco prepara su viaje a Yemen y tiene la guía como libro de cabecera. Yo le recomiendo que lea novelas donde la acción ocurre en Yemen, si es que tal cosa existe.
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