Amanece un día soleado. He soñado que estoy ingresado en el Policlínico y un médico se acerca a la cama interesado en mis heces para analizarlas. Me meto los dedos en el culo y con dificultad saco unas pipas de calabaza embadurnadas. Beni duerme como un lirón. Tomo el fresco en el jardín de los Enzos, aquí duerme su vespa. Desayunamos café de cafetera, que hacen más concentrado, y cereales.
La casa de Francesco o Franco, ¡Franco, Franco, Franco! jalean recordándonos el entusiasmo a nuestro dictador, en Bari es chula, con los techos tan altos que ha hecho dos plantas en la parte más alta. Tres grandes balcones, como terrazas, la hacen luminosa y alegre. Él es un amante de la fotografía y tiene la casa llena de fotos de puertas y ventanas. Llegan Hervé y Rafael y nos ponemos a comer una pasta riquísima y una mozzarella de Bari, con sorpresa de leche líquida con tropezones de queso y tomate cherry. Nos dicen que ésta es ahora nuestra casa y nos avisan de la noche fatal programada.
Damos una vuelta por el casco viejo. El Duomo totalmente reconstruido. La librería Gato nero, de unos amigos de Franco. La gente es muy simpática y te deja entrar a los patios, incluso te cuentan la historia de los edificios. Cuando les pido permiso para fotografiar, se colocan y posan. Me caen bien, alegres, abiertos y dispuestos. En las puertas de las casas las mujeres hacen orejitas de pasta, como en nuestra tierra hacen encaje, sobre una mesa y luego una criba. Toda la familia trabaja en la pasta. En el puerto, hacen trocitos de sepiolina que nos dejan probar.
La notte bianca, traducida como noche fatal, no puede hacerse en la terraza de Rafael por el viento y se celebra en casa de Franco. Resulta muy divertida con un montón de amigos tan extrovertidos. De golpe se convierten en cómicos, sin necesidad de beber. Nos hacen un número especial de torero a lo Rodolfo Valentino. En la euforia payasa, se arrodillan para adorarme cuando hojean mi cuaderno de viaje y luego jalean a Quety cuando dice que trabaja en el Museo del Prado. Alguien dice en el Santiago Bernabeu, solo para llegar al climax. Y una pareja de bielorrusos, él apenas sabe italiano y piensa las palabras poniendo su mano en la frente y ella es delgada y mide unos dos metros, enseñan una botella de vodka como un tesoro. A cambio les bailamos el casachof. Hervé se emociona con el vino blanco malvasía riquísimo de la Azienda Agricola L'Antica Grotta de Bari y se pone a cantar en ruso.
Alguien hace acupuntura, un abogado cuenta chistes, una periodista prepara un libro sobre faros del mundo, ya ha editado uno lleno de fotos de faros italianos, una pintora frívola que dice pintar cuadros malos, el tuttólogo, llamado así porque lo sabe tutto, me habla del románico en la Puglia y el pacífico rey Constantino que quería unir el Cristianismo y el Islamismo. Rafael no para de comer y su señora no quiere que beba más.
Cae el vino, el brandy y el vodka. Ya tarde, caemos todos.
La casa de Francesco o Franco, ¡Franco, Franco, Franco! jalean recordándonos el entusiasmo a nuestro dictador, en Bari es chula, con los techos tan altos que ha hecho dos plantas en la parte más alta. Tres grandes balcones, como terrazas, la hacen luminosa y alegre. Él es un amante de la fotografía y tiene la casa llena de fotos de puertas y ventanas. Llegan Hervé y Rafael y nos ponemos a comer una pasta riquísima y una mozzarella de Bari, con sorpresa de leche líquida con tropezones de queso y tomate cherry. Nos dicen que ésta es ahora nuestra casa y nos avisan de la noche fatal programada.
Damos una vuelta por el casco viejo. El Duomo totalmente reconstruido. La librería Gato nero, de unos amigos de Franco. La gente es muy simpática y te deja entrar a los patios, incluso te cuentan la historia de los edificios. Cuando les pido permiso para fotografiar, se colocan y posan. Me caen bien, alegres, abiertos y dispuestos. En las puertas de las casas las mujeres hacen orejitas de pasta, como en nuestra tierra hacen encaje, sobre una mesa y luego una criba. Toda la familia trabaja en la pasta. En el puerto, hacen trocitos de sepiolina que nos dejan probar.
La notte bianca, traducida como noche fatal, no puede hacerse en la terraza de Rafael por el viento y se celebra en casa de Franco. Resulta muy divertida con un montón de amigos tan extrovertidos. De golpe se convierten en cómicos, sin necesidad de beber. Nos hacen un número especial de torero a lo Rodolfo Valentino. En la euforia payasa, se arrodillan para adorarme cuando hojean mi cuaderno de viaje y luego jalean a Quety cuando dice que trabaja en el Museo del Prado. Alguien dice en el Santiago Bernabeu, solo para llegar al climax. Y una pareja de bielorrusos, él apenas sabe italiano y piensa las palabras poniendo su mano en la frente y ella es delgada y mide unos dos metros, enseñan una botella de vodka como un tesoro. A cambio les bailamos el casachof. Hervé se emociona con el vino blanco malvasía riquísimo de la Azienda Agricola L'Antica Grotta de Bari y se pone a cantar en ruso.
Alguien hace acupuntura, un abogado cuenta chistes, una periodista prepara un libro sobre faros del mundo, ya ha editado uno lleno de fotos de faros italianos, una pintora frívola que dice pintar cuadros malos, el tuttólogo, llamado así porque lo sabe tutto, me habla del románico en la Puglia y el pacífico rey Constantino que quería unir el Cristianismo y el Islamismo. Rafael no para de comer y su señora no quiere que beba más.
Cae el vino, el brandy y el vodka. Ya tarde, caemos todos.
Vadka significa agua picante, curioso parecido a aguardiente, Bistro de Prisa, de origen Ruso.
Fari d'Italia de Erica Simonetti.
Con las fotos de toda esta gente tan dispuesta y alegre de Bari hice un cuaderno. Algunos de los dibujos incluidos en él pueden verse aquí.
Con las fotos de toda esta gente tan dispuesta y alegre de Bari hice un cuaderno. Algunos de los dibujos incluidos en él pueden verse aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario