Este olmo lo plantó mi padre hace unos cuarenta años (bueno, lo mandó plantar, nunca se mancharía las manos). Después llegó en la pala de un tractor completamente podado y con las raíces cortadas en las puntas. Le esperaba un gran agujero con sustrato y, dicen, unos granos de cebada. Al cabo de los años produce una sombra densa bajo la que comemos arroz con bogavante, charlamos sin acaloramiento y hacemos unas zetas.
Gerardo me dice que físicamente lo plantó él.
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