Aunque es principalmente un acuerdo económico para establecer una zona de libre comercio entre la UE y tres ex repúblicas soviéticas - Ucrania, Georgia y Moldavia - el acuerdo tiene consecuencias políticas y estratégicas. Fue la negativa a firmarlo del ex presidente de Ucrania, elegido por elecciones, Viktor Yanukovych, ya que incluía capítulos económicos que contemplaban la eliminación de aranceles y barreras comerciales a los capitales de la UE, es decir que los productos de países como Alemania y Polonia podrían invadir Ucrania y desmantelar sus complejos productivos que no lograrían competir con los productos europeos, la que condujo a su derrocamiento en una revuelta popular (de procedencia variopinta, como ONGs de los USA y la extrema derecha armada) y la instauración de un gobierno inconstitucional, que ahora firma. Ahora, el presidente del Consejo, Herman Van Rompuy, ha dicho durante el acto que la firma de los acuerdos representa un hito y ha subrayado que la cooperación que implicará sólo puede estar basada en valores comunes y en el respeto del Estado de Derecho.
Los acuerdos no implican la perspectiva de adhesión clara a la UE, la firma no va asociada a ninguna fecha concreta para completar el proceso de aproximación entre la UE y Ucrania, pero se ve tanto en los propios países y en Moscú como un gran paso hacia el oeste. Contiene medidas para sincronizar las economías con las naciones de la UE. Los Estados miembros ya han aprobado prohibir los productos procedentes de Crimea que no sean certificados por las autoridades de Kiev y tampoco permitirán que éstos se beneficien de las ventajas comerciales en línea con su política de no reconocer la anexión ilegal de Crimea.
Los países firmantes de los tratados de asociación tendrán que abrir sus mercados a los productos de la EU, y, aunque se han regulado los periodos de transición, esto puede tener un destructivo impacto sobre sus industrias nacionales, poco competitivas frente a las mercancías de la Unión Europea. En las fábricas y minas de la cuenca del Don el tratado se vincula con el desmantelamiento de la industria local y la pérdida de puestos de trabajo. En el este del país muchas empresas dependen de clientes de Rusia, y algunos ciudadanos creen que sus productos no podrán ser competitivos en el mercado europeo.
Sobre los préstamos que llegarán a Ucrania, lo más importante es que el dinero llegará acompañado de un paquete de reformas neoliberales del Fondo Monetario Internacional (FMI), es decir, austeridad y recortes, lo que ha generado temores de los sindicatos a un mayor desempleo y empobrecimiento de la población. El embajador ucraniano en Argentina, Yurii Diudin, dijo días atrás en conferencia de prensa en Buenos Aires que el país deberá enfrentarse a un ajuste para recibir los préstamos prometidos.
Extraído de La Vanguardia, The Guardian, El Periódico, El País, El Mundo, Público, Prensa Libre, RT, ABC, Télam, El Diario Montañés y el noticiero del Parlamento Europeo.
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