martes, 30 de abril de 2013

un pequeño viaje a londres



La T4 me recuerda la obra de  Gaudí, con sus columnas inclinadas. Sacamos la tarjeta de embarque en una máquina que nos pide la tarjeta con la que hemos pagado, evitándonos las colas. Ascensores de acero y cristal nos llevan a un tren sin conductor que nos conduce a nuestras puertas. Las maletas nos las revisan guardias jurados. El que mira mi mochila me cuenta, al ver mi caja de acuarelas desnuda en la pantalla, que pinta óleo en blanco y negro, que expone en galerías y gana algo. Pero no se puede vivir de la pintura, dice.
En el periódico, Leonardo Bloof dice que la lógica que machaca a los pobres lo hace también con la Naturaleza. Y Rojas Marcos que rezar por un enfermo sin que él lo sepa es inocuo, pero si lo sabe influye negativamente. Es mejor pensar que todo no está decidido, que uno tiene las riendas de su vida y puede luchar.

En Gatwick atravesamos la pista por una pasarela gigante. Compramos los billetes de tren en una máquina en español. Los pueblos son un montón de casitas como de cuento, con tejados empinados y entre los árboles. En su centro, una capilla con una torre acabada en una aguja. Las fachadas más usuales son de ladrillo visto. Junto a la vía, casas ferroviarias arregladas. Llegamos a King Cross.

Caledonian road. En la esquina de Tesco, subimos viendo al fondo el edificio de José Miguel. La casa es pequeña, con vistas a las barcazas y las gruas del Canal. Bajamos al kebab que nos recomendó Carmela. Nos comemos un guiso de berenjenas, pimientos, champis y arroz mientras oímos música turca. En una ventana del edificio de enfrente luce una ikurriña.

Recorremos San Pancracio, la British Library con su gran estatua de Newton y Candem, donde compramos para el desayuno. Paseamos hacia el British Museum y Victoria House. A Beni le gustan estos edificios barrocos como el Hotel Russel. Cansados, volvemos a casa de José Miguel.

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