jueves, 11 de abril de 2013

por el cabo de gata en 1995




Hace mucho viento en Mónsul. Arrastra la arena y molesta. Nos vamos, nadie enseñará las tetas.
La Isleta del Moro me trae muchos recuerdos, sobre todo la terraza de La Ola, donde el sol acaricia mientras miramos el peñón con el sonido de las olas bravas y las gaviotas. Todo esto relaja, tanto mar para tan poca gente y todo este paisaje lunático.
Visitamos las minas de Rodalquilar y la playa de Las Negras mientras mi padre parece estar bien tras la operación.
En San José han arreglado la carretera de la entrada y el camino de las playas (prefiero que no sean tan accesibles). Hay más bares y más casas.
Jesusete ha llenado la casa con instrucciones de uso, lo que delata su practicidad y generosidad. Aún sigue sin terminar la botella de Larios que compré hace dos años. Todo está igual, como una casa abandonada.

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