martes, 30 de abril de 2013

medidas de austeridad


Entre el movimiento y el caos, intentar la quietud interior.
No perseguir la inútil fama, olvidar la estúpida idea del éxito.
No intentar demostrar tener cosas que no necesitas. Nunca presumir de dinero.
Disfrutar de la Naturaleza, la amistad y el aprecio de los demás, en ese orden.
Comprar alimentos de temporada a comerciantes locales o, si es posible, a hortelanos y ganaderos. Llevar siempre un capazo.
Usar los pies o una bicicleta. Para distancias largas, el transporte público.
No consumir donde te quieren robar.
Comprar el pan a un panadero local.
No comprar en franquicias y grandes cadenas. Cuando puedas, trueca.
Ser hospitalario. No ir nunca donde te tratan mal.
Acostumbrarse a la temperatura ambiente. Usar el mínimo de calefacción. Dormir con edredón en invierno y en la planta baja en verano. Usar lo mínimo posible el teléfono.
Luchar por un alumbrado público esencial, mínimo y para todos, por la noche hay poco que hacer en la calle.
Desentenderse de la política, ellos han construido un mundo que tú no quieres.
No firmar contratos. Negociar solo con gente honesta que te ofrezca confianza.
No usar intermediarios.
Hablar lo menos posible con el solo ánimo de hablar.
Olvidarse de la tele.
Reflexionar sobre las cosas del mundo. Pensar si podrían ser de otra forma.
No creer en nada porque sí. No hacer nada porque todo el mundo lo haga. No opinar sobre lo que no hemos reflexionado largamente.
Oir a los viejos y a la gente que sabe.
No dejarse adocenar ni esclavizar.
Utilizar la intuición después de haber aventado la paja.
Procurarse actividades creativas. Disfrutar de las que hacen los demás.
No usar trajes ni corbatas. Desconfiar de quien lo hace. No asistir a misa, ni bautizos, ni bodas, ni reuniones estúpidas.
No ir a la moda. Usar la misma ropa hasta que se pueda.
Despreocuparse de nuestra imagen y de la de los demás.
Olvidar la decoración y la estética.
No usar nunca colonia ni lociones de belleza.
Sentirse orgullosos de nuestras canas, arrugas y heridas. Así como de nuestros actos y pensamientos.
Ofrecer todo a hijos y amigos. Ayudar a los que de verdad te necesitan.
Disfrutar de las cosas bonitas y las que llaman arte sin ningún ánimo de posesión.
Pasear, pasear, pasear. Recorrer el mundo como un paseo.
No intentar negociar con nadie. Huir de quien gusta de la usura, de quien busca el dinero en si.
Amar las plantas, los animales, la tierra y las piedras en su ritmo. Su relación con el mundo. Incluso al hombre como especie. Luchar contra quienes los destruyen.
Descansar bajo los árboles.
Comer poco y bien. No ir a sitios caros, se hicieron para otra gente. Nunca presumir de lo que uno no valora, solo porque lo valoren los demás. Hacerse la comida con los productos que las estaciones nos traen. Hacerlo con cariño, recordando a nuestras madres y abuelas.
Vivir sin ruidos. Usar el mínimo de electrodomésticos, vehículos y aparatos raros.
Utilizar las manos hasta que se endurezcan. El cerebro hasta que se ablande.
Nunca discutir acaloradamente, nunca enfadarse. Recordar siempre cómo queremos ser y qué merece la pena. Ausentarse de las discusiones. Irse afablemente aun a costa de resultar aburrido.
Ni intentar ser fuerte con los débiles. Si acaso serlo con uno mismo.
Ser simples. Huir de lo complicado, no de los matices.
Sentirse bien en la pequeña isla que has construido.

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