Beni pasa la noche con fiebre. Le pongo servilletas congeladas en la frente. Comemos junto al faro del Cabo de Gata. La camarera ha crecido dos años. Nos asombramos de la transparencia del agua. En Rodalquilar hay extrañas vasijas de barro, frascos de cloroformo y cientos de radiografías. Hay una nave llena de saquitos de polvo de diferentes colores. Alucinamos con el increíble paisaje que forman los sedimentos residuales de la mina. Tierra roja que parece la maqueta del Gran Cañón del Colorado.
Beni se mete en la cama. Ana y Estefanía definen la jornada como muy fructuosa.
Sueño que estamos en una sala de telecomunicaciones. Fredy llama a Cabo Verde desde un radiotransmisor con una terminal telefónica. Del otro lado se oyen risas gamberras de un mogollón de españoles que se parten de risa de su forma tan afeminada de hablar. Me imagino un grupo de machotes bebiendo cerveza delante de un partido de fútbol. La miro a ella, que me dedica una de sus semisonrisas pelotas que nada significan.
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