Entonces vivía en un pequeño piso pintado de amarillo y con el suelo de madera. Desde su terraza se veían las agujas de lo que alguna vez fueron los Almacenes Simeón y de la iglesia de San Sebastián, y al fondo el Pirulí. No es que lo recuerde con precisión, es que lo dibujé en un pequeño cuaderno.
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