jueves, 7 de marzo de 2013

gualeguaychú



A las seis y media de la mañana el bus nos deja en una estación de servicio con restaurante. Desayunamos mientras viene el urbano a Gualeguaychú, que nos deja en el centro. Cogemos un hostal caro para lo que ofrece, pero es que esto está inundado por los corsos, una fiesta de carnaval que se hace todos los sábados de Febrero, entre cuarenta mil y cincuenta mil personas vienen a verlo. Es un desfile a lo Río con un estadio con tribunas donde verlo, que llaman corsómetro. Nosotros ya hemos pillado el carnaval en cuatro países, quizás solo veamos un adelanto que hay en la casa de la cultura. Recorremos el pueblo paseando hasta la Costanera por San Martín, 25 de Mayo y Bolívar.  Plaza 25 de Mayo: la catedral y el colegio Rawson. Un pueblo tranquilo aunque grande, agradable, con cierto ambiente de veraneo por sus playas fluviales y su paseo, ahora convertido en malecón porque abrieron las compuertas y el río está muy crecido, tapando las playas. Sólo vemos un montón de sauces y farolas que salen del agua, sucia de barro, a media altura. Se jodió el baño.

El paseo está fresquito y comemos en una terraza. Un pescado raro raro que se llama Boga, y que sólo puede comerse la mitad superior, que está rica, porque la otra mitad sabe a cieno. Volvemos paseando, Renault cuatro latas y el falcon, mi favorito. Dejamos ropa a lavar y paramos en el bar de la esquina de casa, un bar estupendo con billares, barra de tiras de madera, camarero, y clientes, abueletes; que ponen licores, cerveza y vino con seltz. También tiene estanco y cierto sabor rancio desgastado que me gusta. Hay pizarras para anotar y una tele grande para ver partidos (lástima que sólo sea viernes). También un letrero que canta: prohibido fumar cuando se taquea. Cae una Brahma de tres cuartos bien fresquita. Recabamos información sobre cómo entrar a Uruguay y las noticias no son buenas: Botnia, una multinacional, quiere poner una papelera en el pueblo y todo el mundo está en contra. De tal forma que el puente internacional está permanentemente cortado como medida de protesta. Ningún bus o remis (taxi barato que puede salir del área urbana) puede cruzar. La única forma sería contratando a un taxi de Uruguay que nos esperase al otro lado y coger uno aquí hasta el puente, y cruzarlo andando. Otra opción es volver cien kilómetros atrás, a Colón, y atravesar el puente de allí. Lo vemos muy complicado sólo por pasar por Urugauy, así que decidimos irnos directamente a Buenos Aires y allí ver si hacemos alguna excursión de una semanilla. ¿A Mar de Plata a bañarnos, a Patagonia si no es demasiado caro? Ya veremos. Por lo pronto intentaremos disfrutar este pueblo y su maravillosa temperatura.

Recogemos la ropa y, goliendo a limpios, cenamos en un café del centro con wifi. Bife de lomo otra vez, que no falla y mucha cerveza con el clásico termo de porespan, me molaban más los cubos de hielo de Paraguay.

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