viernes, 15 de febrero de 2013

de sucre a potosí

Por la noche vemos nuevamente un último resplandor en el cielo. Es un fenómeno que nos admira, todo el cielo está negro menos un pequeña parte que queda muy clara y en la que aún se ven las nubes, y dura mucho tiempo.



Desayuno continental. Despedida al loro, al perro y a la señora de la cocina. Combi a la terminal y autobús a Potosí. Es un autobús popular, sin guiris, divertido. Alguna parada para vendedoras: ¡empanadas, durasno, higos!. Muchos árboles de la pimienta durante muchos kilómetros, con las ramas péndula como el sauce y racimos rojos. Algún ciprés y luego cactus con los brazos alargados hacia arriba. Matas agarradas a la pura roca. Casas, con un horno al lado, de adobe y tejas, un inmenso río (Pilconayo) y un puente elevadizo de madera y cables que marca la frontera de Chuquisaca y Potosí. Después no paramos de subir y subir. Arriba del todo los macizos azules y abajo el río. Ya no hay pimienta, ni chopos, ni eucaliptos. Sólo paja y algún pino. Desprendimientos, la carretera llena de piedras, el autobús orilla el precipicio. Beni me agarra. El altiplano, ovejas, pueblos de adobe, algún cultivo, el autobús coge velocidad. Chopos, papas, maíz, cebollinos, burros, alguien arando con dos toros, mujeres recogiendo en las huertas. Las tejas muy pegadas con cemento, pierden su color rojo. De golpe, picos de piedra roja lobulados, bonitos. Un campo de baloncesto lleno de ovejas, Betanzos, Bizcochuelos, bizcochuelos. A la salida un cartel pintado: Papito no corras, no bebas, no mates, no mueras, te esperamos en casa. Lajas verticales, chopos, 119 kilómetros desde Sucre. Le dan coca cola al niño en biberón. Bajamos, vacas, pinos, pastos. Una pista de aterrizaje de tierra, torres de control. Potosí a 4.200 metros un poco más abajo. Terminal nueva, circular, atómica. A la salida el Cerro Rico, como una pirámide roja, de frente. Combi. Talleres con los rótulos a mano, baterías, rodamientos. Mercado campesino: después de los huevos de colón, avícola Rolón. Otra historia: todo indígenas de grabado, sombreros cordobeses muy altos, pantalones subidos agarrados con fajín, de tela gruesa, muchas trenzas negras. Nos bajamos en Bolívar con Junín. Hostal Felimar.

Cambio dólares en la esquina, le levantan el sombrero a una señora para compararla con la foto, le cogen el dedo gordo de la mano derecha, se lo manchan de tinta y se lo estampan en mogollón de
papeles. Acaba exhausta. Se me cuelan estas señoras de sombrero de paja y trenzas. Al fin lo logro. 6,90: mal cambio, pero tengo que pagar el hostal.

Comemos bastante bien, viendo el partido para la Copa Libertadores entre Bolívar y Alianza Lima, poco juego. Me he pedido el silpancho (arroz muy suelto, cebolla morada, patatas fritas,
huevo y carne empanada).



Damos una vuelta por el centro. Muy diferente a Sucre, más popular, todo más revuelto y colorista. Más el rollo de La Paz en una ciudad con enjundia. Las calles son más estrechas y en cuesta, las casas no están tan arregladas para el turismo, sino que son mucho más bonitas y viven ellas. Las calles están plagadas (sobre todo Padilla y Bolívar), hay mucho movimiento y muchos jóvenes. Todo es más barato y se ven menos turistas (a pesar de que hay muchas agencias alrededor de la Casa de la Moneda). Las iglesias son más ricas, los monumentos más importantes y la luz que reciben al atardecer llama la atención. El ambientillo minero también le da un punto.

Atardeciendo cae muchísima agua. Nos pilla en la calle Padilla donde hay un cine con varias salas. La entrada nos cuesta medio euro. Pasamos a una película boliviana que no nos gusta nada y nos cambiamos a medias a una de Jim Carrey de animación. Una versión de un cuento de Navidad de Charles Dickens. De Guatemala a Guatapeor. Espantosa. Menos mal que la gente entra y sale, los niños se ponen a llorar de miedo y se oyen las películas de las otras salas y al acabar los rollos la pantalla se pone en blanco y hacen sombras chinas con las manos. De todas formas nos vamos.

Salimos y las calles van a tope por el carnaval. Damos una vuelta mirando locales, casas, torres iluminadas, y gente curiosa por las calles. Yo llevo un día raro de mareos y problemas respiratorios, estamos a 4.200 metros, pero empiezo a sentirme mejor. En una confitería nos metemos dos trimates (manzanilla, anís y coca) que dicen van bien para el mal de altura. La camarera me da una clase de dulces: nombres e ingredientes. Yo me pido un pan de vainilla y Beni dos tahua tahuas. Ya cansados y cansinos.

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