Salimos temprano para Puno. El Misti amaneció nevado. El viaje se hace interesante a partir de la meseta verde que llaman Pampas de Cañahua, sin un solo árbol, sólo una capa verde de las plantas que resisten: la paja y la tula, que comen la vicuñas en rebaños. Hay casas de piedra de pastores con techos de paja. El tren azul circula en paralelo, hecha un montón de humo. El Misti o Guagua Putina, un cono gigante que ahora vemos de otro lado, tiene la cumbre tapada por las nubes, así como el Chichani. Hacemos una parada. Empieza a salir la gente y a desperdigarse por la hierba. Se ponen a mear. Las mujeres tienen una habilidad especial, abren un poco las faldas y se agachan. Parece sencillo, no llevarán nada debajo. Luego aparecen unas montañas caprichosas con peñones en capas (como hojaldrados) que luego se hacen blancos y parecen catedrales.
Una parada. Beni tiene hambre y no encuentro nada. Una señora con bombín me ofrece cordero al hueco, cinco soles. Abre el ato. saca una navaja como las de afeitar. Abre un saco de papel y empieza a cortar. Me miro al bolsillo, sólo llevo calderilla. Tres soles, le pido. Me los despacha en un bolsa con un papel dentro y una bolsita bien pequeña con una salsa. Voy tan contento a Beni, pero no era esto lo que ella quería. Como está atufada, me voy a otros asientos a comer tranquilo el cordero con dos patatas asadas, todavía calientes. Se las ofrezco a Beni, que acepta de media en media. Luego se las mejoro con la salsa. Me hago mi bocata de cordero con parsimonia y cordel. Está bastante bueno, es asado pero con un sabor riquísimo muy especial. Se lo ofrezco a Beni que, finalmente, se rinde a la evidencia y, posiblemente, al hambre.
De golpe un lago inmenso que ellos modestamente llaman Lagunillas, y que yo creía ya el Titicaca. Nervioso, me pongo a dibujar. Al fondo y lejos, picos nevados en cadena. Pasado el lago, el valle Taya con su pequeño río, un valle plano que acaba en Cabanillas. Un campo verde y con muchas flores amarillas lleno de casitas de barro con techo de metal brillante. Una bajada y el lago Titicaca, impresionante, y Puno ahí abajo. Casas como sin terminar, de ladrillo sin enfoscar y con los hierros sueltos del encofrado, para algún día hacer una segunda planta. Nunca. Las casas bajan por las laderas de las montañas hasta amontonarse a la orilla del lago.
En Puno son las fiestas de la Candelaria, el día 2, que consiten en dos semanas de danza y bebida. Se juntan las agrupaciones de unos 600 departamentos de la provincia con sus trajes, gorritos, canciones y danzas diferentes. Es un desfile folclórico. Los tíos están cada vez más tomados. Cojo el pincel y me pongo a dibujar a toda leche. La gente se maravilla de mi rapidez y me considera un artista de esos que hacen retratos por las calles. Posan para ser dibujados. Un pintor local queda con nosotros para enseñarnos sus obras y una televisión local me hace una entrevista. ¡Esto es lo más loco e indígena que hemos visto!
Subimos a cenar a un restaurante con muy buena pinta. A la hora, nos llega un maravilloso anticucho (pincho a la brasa) de trucha. Ayer nos comimos uno de suri riquísimo, pero este se sale. Luego una carne de alpaca al vino y crema de manzana con trocitos de brócoli, idem. Regado con una copita de tinto chileno. Una de nuestras mejores cenas.
Mientras, cae una estruendosa lluvia sobre las chapas metálicas de los tejados. La música para y los gorritos vuelan. caen los tomados, se oyen chillidos, se llenan los restaurantes. Cuando afloja, nos vamos al hotel saltando charcos.
Precioso reportaje, preciosos dibujos ...
ResponderEliminarMe estoy figurando a Beni hambrienta sin atreverse a probar el cordero. Debe de ser espectacular lo de la Candelaria. Seguro que habría músicos con charangos. Con lo que me gustan
Es la fiesta del Carnaval. Recuerdo instrumentos muy ruidosos como unos trombones lacados y de percusión, pero también tenas, zampoñas y estas pequeñas guitarras. El desfile, de tanto alcohol, era surrealista.
EliminarPerdón quise poner kena (o quena), no tena
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