Y llegados a la isla de San Juan Baptista, todo de un golpe me derribó una dolençia que me quitó todo el seso y entendimiento, como si fuera pestilençia o modorra. Los maestres y pilotos y toda la gente acordaron de venir luego a más andar para la çiudad para mi remedio, y así çesó la mi enpresa de descubrir las otras. Desveleme mucho de día y de noche, tanto que no podía conçevir un sueño, y en estos treinta días postreros no dormí salvo çinco horas, quedé medio ciego, y en algunas horas del día del todo.
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