Después de casonas, iglesias y otros templos, acabamos rodeados de policías con casco y escudo a lo romano, caballos y tanquetas, en San Francisco. Resulta que alguien se ha llevado todo el dinero ahorrado para la jubilación de mucha gente y se ha declarado en quiebra. Los estafados protestan, pero parece que no es legal. Hay más policía que manifestantes y con tales medios que el dinero gastado habría solucionado bastantes jubilaciones. Mientras dibujo a los agentes, dos chicas hacen fotos, dejando de manifiesto de qué lado están.
Resultan ser dos cholitas chicharreras simpáticas y alegres que terminan su viaje. Nos alegramos mucho pues uno quisiera para el principio la sabiduría que tiene del país al final del viaje. Cambiamos experiencias y hacemos risas con las anécdotas peruanas. Las invitamos al Queirolo a un pisco sour, que aún no lo han probado y nos dibujamos mutuamente (Miriam es diseñadora gráfica y dibuja) e Isabel nos hace fotos. Enseño mi cuaderno a Miriam y la animo a que haga los suyos en sus viajes. Parece que su vena palpita.
Un cigarrillo en la Plaza de San Martín y nos despedimos. Nosotros cogemos un bus-cama nocturno y ellas se van a la fiesta de la Plaza de Armas. Mañana parten a Madrid.
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