Bendito domingo, bendito sol de enero. Salimos a tomarlo, las iglesias se abren y el sacerdote echa la bronca a un católico en San Francisco de Asís: A ver por ahí, estaros quietos, lo que habló el evangelio le importó poquito y salimos de la iglesia igual o peor que entramos. La verdad es que salen los niños con corbata y el pantalón corto de los domingos. Se consumen helados y muyu muyu por las calles y los chavales juegan al ping pong y el ajedrez frente a San Agustín. Y luego llegan con los trajes regionales tocando y bailando para el concurso de Carnaval. Los dibujo como en Puno y al fin podemos charlar un poco, que son cerrados y tímidos con el gringo. Ellas se sonrojan y se tapan la mano con la cara, pero quieren que las dibuje. Yo apenas puedo mantener esas miradas de diosas. Los seguimos al estadio y allí nos despedimos.
A la vuelta, paramos en el Toto's Pizza que tiene un buen menú ejecutivo: riquísima causa con langostinos y arroz con pollo, para Beni, y sopa seca con carapulcre para mí. El jugo de carambola está frío y rico. Se puede repetir.
Nos sentamos un buen rato en las escaleras del frontal Constitución de la Plaza de Armas, tomando el fresco como el resto de la gente que no fue al estadio. Se está en la gloria. Saco mi cuaderno mientras Beni lee. Con el rotulador fino, con toda la paciencia del mundo, empiezo a dibujar líneas. Cuando va tomando forma, se asoman desde arriba y se quedan un ratito. Son prudentes, no comentan nada. Cuando acabo, cogemos 28 de Julio hasta el final. Desde la puerta que hay en la esquina del mercado, se hace más interesante. Uno se hace la idea de cómo fue: casas bajas entre iglesias, el gran muro del huerto de las carmelitas, la placita con la fuente de bronce frente a Santa Teresa. Las niñas con globos llenos de agua, el puente sobre el río y todo el paseo del río hasta el grupo de eucaliptus. Un grupo de niños pintan con témpera. Tienen las paletas preparadas. Cojo una y doy color a la plaza de líneas negras, por los dos solesitos de la inscripción. Allí se está bien, sobre todo entre las ruinas de los caserones comidos por las plantas.
De vuelta está el bullicio del mercado, del que sólo quedan los muros. Han hecho una estructura de madera y la han tapado de chapas oxidadas. Es oscuro, entran haces de luz de quién sabe donde. La escalera está plagada. Las serranas comen la comida en unas bolsitas. Un hombre negro y sucio se levanta con ayuda de unas muletas primitivas. Dice: Quien me busca tarde, me va a encontrar temprano. Buscavidas bichean. Busco a la señora de los panecitos. Le compro dos de cada, con bolitas de anís, con azúzar, con sal... me llena una bolsa y le doy el solesito. Ya nos conocemos.
En el hotel conozco a Claudio. es un chileno que también dibuja, aunque para los viajes prefiere las fotos. Desde la terraza tiene un montón. Cuando ese ovni negro gigante sale de las montañas, como cada noche y en el hueco una luz roja finge un incendio. Y aunque las torres aún brillan, todas las casas encienden su bombilla amarilla. Y la inmensa nave lanza sus rayos. Y nos riega.
Claudio en artslivres.com.
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