A los niños no les importa el resultado, sino el hacer. Ver como un chorro de tinta se fija sobre el papel siguiendo el movimiento de su mano. Sólo el placer. Sin responsabilidad. Cuando quieren dibujar bien es cuando empieza el mal rollo, toda esa época absurda en que queremos dibujar el mundo como es. Después de una vida estúpida de búsqueda, lo conseguimos: dibujar y pintar sin un fin, sin un propósito. Pues, como nos enseñó Darwin, no hay ningún propósito en la Naturaleza.
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