En la iglesia de San Felipe y Santiago, San Simón Zelotes lleva una sierra de cortar árboles y San Judas Tadeo un hacha impresionante. San Expedito va vestido de soldado. El Ecce Homo ha sido brutalmente torturado. El patrón de los sastres zaragozanos (San Homobono) va muy apañao y lleva unas tijeras en el cinto. En el Museo de Zaragoza casi todo se puede tocar, sólo veo detalles de tan cerca. Me gusta. Se han traído todo y en sus sitios sólo dejaron el marco. Dibujo esas esculturas de libro de enfermedades terribles, gente sin nariz, sin orejas, sin brazos. Dejo de respirar ante esa cabeza celtíbera.
Recorremos el barrio del hotel. Africanos, marroquíes, chinos y rumanos. Sudamericanos y gitanos con solera. San Pablo sigue cerrado.
Cojo un taxi a la Escuela de Diseño. Una señora mayor de San Sebastián coloca cuadernos en una vitrina y no para de hablar. Luego llegan Jorge y Alfredo con su mujer, Marisa, que es muy simpática. La Escuela está nueva, la sala para las ponencias espectacular, muy grande.
Paseamos hasta el hotel. Jorge alucina con la inclinación de las torres y la luz del atardecer. Marisa habla de tapas, comida y la posibilidad de una buena pitanza por un buen precio. Trato de ser simpático sin pasarme. Me fumaría un cigarro. Parecen difíciles de mover. Jorge y Marta ya están dibujando en el hall del Hotel. Ella quiere dibujar las lámparas, cientos de bolitas de cristal transparente.
Cenamos en un comedor barato cerca del hotel en la obsesión de Marisa. Mónica trae hambre, pero nadie puede creerlo con esa carita de holandesa (por parte de madre) delgadita y pijita. Marta grita, le parece un bar horroroso de carne y fritanga. Hay una mesa ruidosa que nos pone de los nervios y desespera a Marta. El sitio es barato y no estan mal las tapas. Alguien bacila a Marta y le dice que tiene que pagar 60 euros, se echa las manos a la cabeza y no se recupera hasta que descubre la verdad.
Los llevo a la terraza de la Plaza de Sas buscando un helado. A Marta le pirra el chocolate (Valor) como a mi tía Eloísa. Mónica prueba la leche merengada. Enseguida se cierra el telón.
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