martes, 17 de mayo de 2011

16 maio: guimarâes-porto


Sueño con películas fuertes, de la Naturaleza cabreada. Rayos, truenos, tormentas, fuerte lluvia. Recuerdo algunos títulos como Entre peñascos o El cielo de los pobres. Son como sueños subtitulados con una referencia a Cumbres borrascosas.
Trato de dibujar la esquina del reloj del mercado y fotografiar a esa gitanilla tan guapa que vende calcetines. Cuando la tengo delante mirando la cámara con esos ojos preciosos, la madre se la lleva airada, tirando de su brazo.
No para de llover y es imposible dibujar. Me meto a otra cafetería que lleva un menda super simpático (parece homosexual) que me habla en español. La música es bonita y triste. La cafetería se llama Oasis (en casi todos los pueblos de España hay una cafetería Oasis). Tiene las paredes llenas de fotos de un jugador con la camiseta de la selección portuguesa. me dice que sí, que él jugó con la selección: Osvaldinho en el 74-75, con esa camiseta ajustada de los setenta. Catorce veces internacional con la selección rojiverde.
 Dice que soy un pintor, un Picasso, un Dalí. Me pone un disco en castellano, tipo Trío Los panchos: sombras no más acariciando mis manos.
En la pastelaria Supremo Gusto, compramos los dulces típicos: tocino de cielo, tortas de Guimarâes, pasteis y tortas da Penha. Vamos a la estación y compramos dos billetes para Porto. Es un autobús expresso, directo por autovía, que sólo tarda cuarenta minutos.

Muy interesante la Rua da Fabrica con librerías de viejo. En la pensâo Duas Naçoes nos dan una habitación de cuatro camas elevada sobre el tejado. Desde sus ventanas se ven todos los tejados de Oporto, y el nuestro.

Siguiendo las calles Torrinha y Campoalegre, llegamos al Jardín Botánico. Es un palacete rodeado de jardines e invernaderos, el sitio ideal para ser felices dedicados a las plantas. Hay árboles muy interesantes como el liquidámbar y un madroño gigante (en mi vida he visto cosa igual), algunos cedros del Líbano, sequoias, tejos, mirtos australianos, y la planta grasa llamada jade, grande como un arbusto. También muy chulo el jardín de los cincuenta, con los estanques circulares cruzados, con nenúfares.
























Se pone a llover y nos metemos en un bar de estudiantes con una promo de dos minis (quintos de cerveza) por un euro. El local tiene ordenadores para jugar on line y está lleno de crios. Apreta tanto la lluvia que nos tragamos la peli de ciencia ficción-vampiros que pasan por la tele. Llueve a mares. El dueño pone el fútbol. Entonces pedimos una sopa y un bistec. Nos juntamos: un abuelo forofo del Oporto, dos banglas del Oporto, una familia de cinco hermanos y la madre, unos cuantos chavalillos de la red, sus abuelos, el simpático dueño y dos paletos de Ciudad Real. La impresión es que esto no es Oporto.
Al descampar, acabamos en el Aviz, un café con unas sillas preciosas, en la calle de las librerías. Dos galaos descafeí y una visita a la casa de banho, con una puerta semicircular y diseños de un mundo que agoniza, en que había cierto interés en hacer cosas bonitas.
Este café resulta una buena alternativa para sábado la noche: gente joven alternativa sobre sillas chulas en un sitio agradable. Una chica escribe en un cuaderno. Después de oír unos cuantos chascarrillos y unas risas, salimos a la calle, donde el viento nos trae el guantanamera guajira guantanamera en la noche que el agua ha lavado.

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