Hacemos una ruta difícil para rodillas frágiles y pedales chungos. Salimos de la entrada a la cueva, hacia el Pico del Cielo. Antes nos desviamos a la izquierda, hacia la fuente del Esparto. Agua fresquita para la nuca y las cantimploras. Después subimos hasta un balcón en que vemos las sierras del Parque. Caminamos, ahora más tranquilos, por arriba, viendo allá abajo el barranco del río Chillar. Allí estuvimos ayer.
Bajada espectacular y cansina por una senda muy irregular y comida por la maleza. Las aulagas nos arañan. Los escalones pedregosos nos están destrozando los dedos de los pies. Llegamos a una casa derruída frente a un tilo y, seguidamente al río Chillar. Descansamos junto al agua, alguno sobre el agua y sin botas. Damos cuenta de los bocatas de jamón que nos hemos hecho en el hotel.
La siguiente subida a la próxima sierra se hace más pesada, por el soletón. Arriba descansamos bajo un pino. Esta zona es más seca y huele menos a tomillo, mejorana, lavanda y menta. La bajada nos va poniendo de mala leche, pero la belleza de este barranco acaba con toda duda. Preciosa la subida por la acequia, con una mejor perspectiva que desde el río. Tiene muchos tonos de verde y un rosa fuerte que le dan las adelfas. Esto es lo que dibujo a toda leche, pues me he quedado el porra.
La subida a Frigiliana es muy empinada, pero llegamos justo a la terraza del bar restaurante Virtudes, donde nos agasajan con cerveza muy fría y mogollón de raciones. Ahora sí que somos felices.
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