A esta casa le tengo cariño. Le dediqué mucho tiempo del poco libre que me dejaba la publicidad. En la hora de la comida, solía quedarme para hacer dibujos y maquetas de cartón pluma. Al final quedó una casa agradable, quizás demasiado grande, ideal para almacenar todo aquello que la vida te regala pero que no es necesario para vivir. Sólo tenía un gran defecto: era nueva. Odio todas las cosas nuevas, a estrenar. Son insulsas, muertas; te hacen sentir extraño.
Nunca he pasado largas temporadas aquí, hasta el año pasado. Ahora el tiempo la ha hecho mucho más agradable, más habitable. Es el lugar perfecto para esconderse después de un viaje. De aguantar el choque de la vuelta, rodeado de cosas familiares.
Tiene una gran biblioteca para reencontrarse con los libros leídos, un hermoso patio con las plantas y árboles que han crecido conmigo y una mesa de billar francés para pasar el tiempo. Aquí puedo pasar los días sin necesidad de salir, ni ver la tele.
Aquí podéis encontrarme. Esta casa, que va a cumplir veinte años, es también vuestra casa.
Esta página es de mi cuaderno, que entonces hacía encuadernando hojas sueltas, de 1991.
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