María Corina Machado es una marioneta de Marco Rubio, una creación del Complejo Industrial Gusano, patrocinado por la CIA, que ha llevado terror violento y asedio a cualquier país latinoamericano que desafíe el Consenso de Washington de privatización y austeridad, y un aspirante a Pinochet con falda.
Machado ha pasado años presionando para que Estados Unidos y la Unión Europea impongan sanciones mortíferas a su propio país, lo que ha provocado oleadas migratorias hacia Estados Unidos y alimentado el resentimiento nativista que dio origen a Trump. Cuando Trump envió a migrantes venezolanos a un campo de tortura en El Salvador este año, Machado, como era previsible, se puso del lado de Trump, el principal impulsor de su carrera golpista, en detrimento de sus compatriotas.
Otorgarle el Nobel a Machado da luz verde a la guerra de cambio de régimen en Venezuela y luego en Cuba. Sin embargo, la decisión es coherente con el papel del Comité como instrumento de poder blando del imperio occidental. Basta recordar el premio otorgado a Obama al comienzo de su primer mandato, otorgándole una legitimidad infinita antes de la destrucción de Libia, la escalada de las guerras en Irak y Afganistán, y la facilitación de la destrucción de Gaza. Dado que nada ha sucedido en la carrera de Machado sin el apoyo y la guía de Washington, la decisión del Comité debe interpretarse como el resultado de otra operación occidental: un golpe de Estado en Oslo para allanar el camino a uno en Caracas.
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