Hacia mediados del séptimo milenio a. de C. las comunidades de agricultores y pastores comienzan a ocupar las regiones costeras y algunas de las islas del oriente mediterráneo. Representan el nuevo poblamiento que paulatinamente se extenderá hacia occidente por las riberas septentrionales de este mar hasta alcanzar, un milenio después, la fachada atlántica de la Península Ibérica. Estos grupos que ya cultivaban cereales y leguminosas, que pastoreaban cabras y ovejas, irán ocupando laTracia, Tesalia, Creta, las islas y las dos orillas del Adriático, Sicilia y las costas tirrénicas de Italia, las islas de Córcega y Cerdeña, el sur de Francia, la Península Ibérica y el norte de África. Un vasto territorio y un dilatado período de tiempo en que los estilos cerámicos permiten identificar grupos regionales y fases, destacando entre ellos el representado por los vasos decorados mediante la impresión de la concha de Cardium, elemento característico del Neolítico inicial desde el Tirreno hasta el litoral atlántico.
No se trataría de la colonización de un territorio vacío, sino que los aportes humanos exógenos se habrían fundido en número progresivamente decreciente desde los Balcanes hasta Escandinavia con las poblaciones preexistentes. Estamos frente a un escenario de gran complejidad, también en el caso de la Península Ibérica. En él intervienen el crecimiento de la población neolítica y su capacidad migratoria-a lo que se asocian hechos tan relevantes como la difusión de las plantas cultivadas y de los animales domésticos-, y la incorporación del substrato local. Es decir, la expansión y evolución de las comunidades productoras mediterráneas y, a la vez, la neolitización del substrato por influencia de aquellas, cada cual con su protagonismo, lo que se traducirá en una dualidad cultural.
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Jarra cardial encontrada en la Cova de l'Or |
Las dataciones absolutas muestran que el avance en la península fue rápido, ya que apenas algunos centenares de años separan la cronología inicial de las diferentes regiones. Desde la costa hacia el interior también se produjo una pronta penetración, como lo demuestran las comunidades plenamente agricultoras del alto Aragón, las cerámicas cardiales en el alto Ebro, la colonización del valle de Ambrona en Soria, los niveles de ocupación en algunas cuevas de la Submeseta norte o, en la parte meridional peninsular, la constatada antigüedad del Neolítico andaluz de la Cultura de las Cuevas .Al terminar el sexto milenio a. de C. las comunidades productoras ocupan gran parte del territorio peninsular, frecuentan intensa y continuadamente las cuevas -utilizadas como habitats y rediles-, y levantan sus poblados, que vamos conociendo en creciente número, como sucede en Cataluña, en los recientes hallazgos de Soria o en la fachada atlántica española y portuguesa.
Hace ya bastantes años que Escalón de Pontón (1969) propuso ver en las decoraciones cardiales la idea de la unión de los complementarios y el simbolismo de la fecundidad, interpretando las decoraciones geométricas de líneas en zig-zag y de triángulos como signos del agua, del fuego y de lo femenino. Pues bien, entre las numerosas cuevas de habitación y yacimientos de superficie, que convierten al Pais Valenciano en uno de los territorios donde ubicar uno de los núcleos de los primeros agricultores de la vertiente mediterránea peninsular, no sólo las decoraciones cerámicas se revelan como el soporte gráfico de su ideología y mundo religioso, sino que a ellas hemos de sumar el conjunto de los abrigos con arte rupestre Macroesquemático. La amplia difusión de las cerámicas cardiales reclama para ellas el ser portadoras de un significado y una función que bien podría situarse próxima a la señal de identidad de los grupos neolíticos y al soporte de los símbolos de su mundo religioso, algo semejante pudo suceder en el caso de otros apartados de su cultura material.
Las decoraciones cerámicas y las pinturas rupestres nos permiten comprobar que quienes habitaban la Cova de l'Or o la Cova de les Cendres (Teulada Moraira, Alicante), habitaban y enterraban a sus muertos en la Cova de la Sarsa (Bocairent, Valencia) o visitaban los abrigos pintados del Pía de Petracos (Castell de Castells, Alicante) y de la Sarga (Alcoi, Alicante), compartían idénticas imágenes de sus divinidades. De modo que estos abrigos pintados reclaman su carácter de santuarios y algunos vasos pueden considerarse objetos relacionados con el culto, entendido como forma estable de vida religiosa. Lo que nos lleva hacia las reflexiones expuestas en los últimos años, especialmente por parte de Cauvin (1997), sobre la importancia del cambio conceptual a la hora de explicar los inicios del Neolítico. Y también sobre el papel que corresponde a la nueva ideología neolítica, junto a los cambios económicos y sociales, como motor de esa expansión. Música, santuarios y ritos parecen iluminar la escena dibujada por la decoración cardial de un vaso de la Cova de l'Or, en la que hombres o mujeres con traje talar y gran emplumadura en sus cabezas ejecutan una danza con las manos en alto y enlazadas. Danza e instrumentos de percusión que bien podrían acompañarse del sonido de las flautas, de las que estos tubos fabricados sobre los huesos de las grandes rapaces constituirían la evidencia.
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Impresión cardial |
La casi total preferencia por los huesos de ave para la fabricación de tubos sonoros, además de poder ser explicada por las ventajas de orden funcional, plantea la posibilidad de que en la selección de determinadas especies, como los buitres y las águilas, existiera también una motivación simbólica, especialmente si se trataba de fabricar instrumentos musicales. Sin nexo aparente, pero evocando la atención y las asociaciones simbólicas suscitadas por el vuelo de estas grandes aves, podemos referimos a las pinturas murales de Çatal Hüyük o a la asociación que se establece entre el vuelo del águila y el éxtasis del shamán en algunas tribus indias del Norte de América. Pero, además, en el propio yacimiento de la Cova de L'Or, llama la atención que la única representación plástica conocida corresponda a la cabeza, parte del cuerpo y posiblemente de las alas, de un ave, decorada mediante impresiones cardiales. Cabe preguntarse, pues, sobre el significado y la importancia que la caza de aves pudo tener durante el Neolítico.
En los yacimientos del Próximo Oriente, Tchernov (1993) ha estudiado la creciente presencia de las aves como resultado de una tendencia a la especialización en su caza desde el Epipaleolítico antiguo o Kebariense hasta el Neolítico Precerámico B, con el desarrollo de técnicas muy elaboradas desde el Natufiense. Se observa, pues, un incremento constante en la caza de perdices, codornices, anátidas y córvidos, todas ellas consumidas, al igual que los milanos, como consecuencia de un cierto agotamiento de la caza mayor y de una ampliación del espectro de los recursos animales ligada al proceso de sedentarización, lo que lleva a explotar grupos de especies anteriormente poco rentables, caso de las aves o de las liebres, entre otras. También en los yacimientos neolíticos de la península Ibérica es frecuente la presencia de aves, como en la Cueva de Nerja (Málaga), Cueva del Parralejo (San José del Valle, Cádiz), los Castillejos (Montefrío, Granada), Cueva del Moro de Olvena (Huesca) o Herriko Barra (Zarrauz, Guipúzcoa), entre otros (Hernández, 1993). Por lo que se refiere al País Valenciano, podemos citar los hallazgos de Cova Fosca (Ares del Maestre, Castellón), con numerosas especies entre las que destaca el predominio deT urdus y la presencia de Alectoris barbara y Gypaetus barbatus (Vilette, 1983); CuevadelaSarsa, con Falco tinunculus, Alectoris ruyfa, Columba livia, Streptotelia turtur, Strixaluco, Caprimulgus europaeus, Hirundinidae indet, Tardus viscivorus, Corvus corax, Pyrrhocoraxpyrrhocoraxy Stumus sp; o Cova de les Cendres (Teulada Moraira), donde predominan Alectoris rufa. La impresión que se desprende de lo publicado es que las aves no son un recurso importante durante el Neolítico antiguo peninsular. Los yacimientos localizados en cuevas presentan cuadros de especies en los que abundan los paseriformes y las aves nocturnas, lo que parece indicar que estamos ante tafocenosis no humanas. Solamente parece que ha podido haber una caza y consumo de palomos, perdices, anátidas, y tal vez córvidos, pero nunca con una importancia destacada en el conjunto de la fauna. Y en este contexto cobra mayor sentido la propuesta de que nos encontramos ante la selección de unos huesos para la elaboración de flautas. Se han buscado los huesos de determinadas especies, por sus características morfológicas y/ o por su valor simbólico .Y, respecto de la captura de estas especies, podemos hablar de caza y de desnide, ya que al menos tres restos de grandes aves pertenecen a individuos inmaduros.