Otra vez ese espectáculo al llegar a la punta de la cuesta del mirador de las Amatistas, al caer sobre el valle de Rodalquilar. Aparco en el arcén y subo a un cerro a la izquierda para dibujarlo rápidamente, para recordarlo. El pueblo tiene ese aire marciano que le dan esas extrañas plantas que salen de los rincones de las casas. Tan marcadas sobre las paredes blancas. Pareciera que en cada casa vive un artista.
Desgraciadamente El Cinto está cerrado y la brasileira de la plaza ya no existe. Encontramos un bar restaurante llamado Samambar, con un toque de Malasaña con chimenea. La terraza es normalita a excepción de que sobre cada mesa hay un limón. Parece que apuestan por lo ecológico y sostenible (cuando lo único sostenible es que no existamos). Lo malo es que, por lo que veo, todo es materia prima, sin elaboración, y pueden verse comensales felices pelando habas crudas comiéndose las semillas Nosotros pedimos burrata con rúcula y anchoas de Santoña, que venden como un plato, y sin embargo recibimos cuatro anchoas en aceite en un plato, otro de rúcula y una bolsa de burrata de búfala en otro distinto. Y apáñate como puedas. Con una caña con cuatro aceitunas por 2,50 euros. No entiendo el precio tan elevado. Estos sitios son los que hacen pensar que el discurso de lo sostenible es un invento comercial para engatusar pijotontos.
La vuelta tiene el encanto del paisaje bajo la lluvia. Cómo las últimas capas de montañas se van fundiendo en la niebla. Tomamos la última copa de vino en La Abacería. Jorge saluda simpático. Me comenta que ha rulado mi dibujo como si me hiciera un favor. Gema está limpiando los cacharros e Iván se está cambiando para largarse. El secreto nos lo ponen hervido u horneado con agua, blando, deshilachado. Una pena, con lo rico que está a la brasa o incluso a la plancha. El vino de Almería me gusta. Hago el último dibujo. Uno quisiera tener un lugar así cerca de casa. Con este sol y el rugido de las olas.
Como no para de llover y hace un viento frío por las calles, nos volvemos a casa a tomar un té y mirar desde el balcón el espectáculo de los surfistas de la playa. Por la noche, hago una tortilla de habas. Llenamos las bolsas con nuestros trastos y llamamos a Silvia para decirle que mañana nos vamos temprano,
No hay comentarios:
Publicar un comentario