Desayunamos con Javi. Nos dice que le gustaría volver al yacimiento de Los Millares, que por eso se vendría.
Enseguida cogemos la carretera del Moral. Todo tan impresionantemente verde y los discretos almendros que se pusieron a presumir con ese blanco rosado que tanto llama la atención. Tenemos almendros por toda la Mancha, hasta llegar a las montañas de encinas de Sierra Morena. Nos deslizamos por esos viaductos volados cruzando montañas. Luego, un montón de olivas en tableros en Jaén. En Granada cogemos el surco del río Guadalbullón entre las montañas. Nos salimos en Iznalloz. Sierra Nevada tiene las cumbres blancas. Vamos en paralelo a la sierra hasta Almería, sobre esas montañas de yeso, cuyos cristales brillan con el sol. Me quedé sin batería en el móvil y cargo en la cafetería de la estación de servicio de J. Carrión, ya dirigidos a San José. Se empeñan en que tienen que ser dobles cervezas y dobles tapas. Dibujo su barra de acero inoxidable.
Atravesamos un montón de invernaderos de plástico hasta la entrada al Parque Natural. Unos senegaleses, subidos a las vigas de hierro como en la construcción del Empire, construyen nuevos chiringos de plástico. Tomamos un café en la cafetería La Plaza de San José. Los jubilados juegan al dominó. Hacen ruido intencionadamente al colocar las fichas. Gritan cosas como no quiero sentir ni una mosca, y dramatizan enfados.
Paseamos por la playa, sentimos el sol y la tranquilidad que siempre nos aporta este lugar. El Emigrante, aquel nombre de un bar a las afueras en los años ochenta donde cocinaba Pepe Luí los peces de roca que pescaban en el día, y luego apareció en un popular restaurante, ya no es nada. Murió Pepe Luí y con él El Emigrante. Ahora es un súper de Spar. Ramón dice que se hace mayor y solo quiere tranquilidad. Le pusísteis una calle a Jou, le digo. Sí, hace varios años. Jesús estuvo hace dos años, Rafa viene todos los veranos.
Cuando el sol ya solo ilumina las cumbres, subimos la ronda y nos metemos en una pequeña casa que nos han preparado. Desde aquí vemos los restaurantes del puerto y también su grúa. Apenas unos guiris se mueven como cansadas hormigas. Es como si el tiempo se parara y, a pesar de lo que ha cambiado todo, volviésemos a nuestro pasado. Un tanto manoseado y desconchado; pero pintado de nuevo.
Apasionante !!!
ResponderEliminarGracias Marisa.¡Por fin podemos viajar!
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