A veces me pregunto por qué me he pasado la vida encerrado en un cuarto escribiendo cuando afuera está el mundo lleno de vida y de posibilidades. La escritura exige entregarse a ella sin fisuras, abrirse a toda forma posible de dolor, de gozo, a todas las emociones que es posible sentir. Hacerlo bien requiere coraje moral. Ninguna otra ocupación exige a quien la desempeña que entregue
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