Vega inició su carrera como fotógrafo ambulante en 1941 después de padecer tres años de prisión, víctima de la represión franquista. Desde entonces, recorrió la cuenca minera asturiana dejando constancia gráfica de su cotidianeidad en todas sus facetas: la vida rural, los festejos, el trabajo en las minas, los momentos de ocio; en definitiva, un recorrido completo a los espacios de sociabilidad, donde destacan los retratos, sobre todo los retratos de grupo. No hay severidad en la mirada de Vega, sino algo cercano a la ternura y a la empatía. No es una mirada fría y distante, no es una mirada “científica”, sino la mirada de “alguien del pueblo” que fotografía a los suyos y lo hace como solo sabe hacerlo: con familiaridad y afecto.
Frente al amargo recuerdo de la Guerra Civil y a las privaciones de la posguerra, la sociedad quiso sobreponerse con una extraordinaria vitalidad y ansias de gozar: “[En sus fotos] la alegría de vivir desborda las estrecheces de una década difícil, marcada por la escasez y el trabajo duro. Vega captó estos rasgos, casi siempre humanizados, personalizados, con tanta belleza y sensibilidad que lo conseguido no pudo deberse a la casualidad (Juaco López Álvarez y José Luis Mingote)”.
Enhorabuena por la entrada, Josia!
ResponderEliminarLas fotos son magníficas y tienes toda la razón en lo que escribes: es una mirada nada crítica y sí envolvente y empática.
Un gran acierto!!!
Abrazos
Te agradezco el comentario; pero el texto, en cursiva, es del fotógrafo Joan Fontcuberta, que explica en El País su "descubrimiento" en la Fototeca del Muséu del Pueblu d'Asturies. Yo, encantado por el fotógrafo, solo lo he traído aquí para compartir. Gracias otra vez.
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