Yolanda, abajo con compañeros del PST |
Cuando Alejandro Arizcun, de 28 años, economista de la UGT, regresó pasadas las doce de la noche del viernes 1 de febrero de 1980 al modesto apartamento de la calle Tembleque, no encontró ni a su novia Yolanda González Martín, ni a su compañera de piso. No le extrañó, Yolanda estaba en huelga general y era de la coordinadora, estaría en alguna reunión.
Cuando se levantó en la mañana del sábado, pensaba en Yolanda. De pronto me alarmé porque sobre la mesa del salón vi su bolso, su cartera y su DNI. Pensé que estaba detenida porque era una activista estudiantil. Llamé a varias comisarías de policía y fui a los juzgados de Plaza de Castilla. Pregunté, pero nadie sabía nada. Por la tarde llamé a la sede del Partido Socialista de los Trabajadores y me dijeron que me pasara por allí, recuerda ahora Arizcun, de 61 años, profesor de Economía en la Universidad Pública de Navarra. Su compañera también se extrañó de la presencia del bolso y las luces encendidas. Pensó que estaría detenida. Salió con dos amigos y a la vuelta se encontraron a la policía registrando la vivienda.
Nos interrogaron durante varias horas preguntándonos si éramos de ETA. Que quiénes éramos, que en dónde militábamos... Un montón de policías distintos haciendo siempre las mismas preguntas. No entendíamos nada. Todo era una locura.
¿Por qué mataron a Yolanda? Su amiga Rosa Torres asegura tener una respuesta: No la mataron porque sospecharan que era de ETA, la mataron para terminar con el movimiento estudiantil. Y lo cierto es que lo consiguieron porque hubo mucho miedo. Hellín fue solo una pieza, fue el que realizó el encargo. Estoy convencida.
En la sede del PST, que estaba a rebosar por la huelga estudiantil, una uruguaya de treinta años, Mónica, interrumpió la reunión y dijo: Yolanda ha aparecido muerta. La noche anterior los militantes de Fuerza Nueva Emilio Hellín Moro, de 33 años, e Ignacio Abad Velázquez, estudiante de Químicas, habían secuestrado a Yolanda en su piso de la calle Tembleque y la habían trasladado en coche hasta un descampado de San Martín de Valdeiglesias, a las afueras de Madrid. Allí, Hellín la obligó a bajar del vehículo y le disparó dos tiros en la cabeza a menos de un metro de distancia. Abad la remató y su disparo le atravesó un brazo.
Tras una investigación de El País sobre la vida oculta de Emilio Hellín Moro, su cambio de nombre por Luis Enrique y sus trabajos de formación, informática forense y telecomunicaciones para el Servicio de Criminalística de la Guardia Civil, la Policía Nacional, la Ertzaina y los Mossos d’Esquadra; en febrero de 2013 Francisco Martínez, secretario de Estado de Seguridad, reconoció que la Dirección General de Policía y la Guardia Civil habían contratado los servicios del forense informático Hellín los años 2006, 2008, 2009, 2010 y 2011 para cursos de especialización a agentes de ambos cuerpos. Mandos del Servicio de Criminalística de la Guardia Civil confirmaron que el asesino de Yolanda además de impartir cursos, seminarios y conferencias a los agentes de ese cuerpo y de la policía había sido contratado para investigaciones judicializadas en casos de terrorismo y crimen organizado. Amaya, la hermana mayor de Yolanda, aseguró que conocer que el asesino (condenado a 43 años, de los que cumplió 14 incluyendo los 3 que pasó fugado en Paraguay) trabajaba para las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado es otro balazo en su cuerpo y una puñalada en el corazón de su familia.
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