Rita y Eduardo me hospedaron cariñosamente en su casa junto a la Praça das Amoreiras, donde está el Jardín de Amoreiras, diseñado por el Marqués de Pombal, con ginkgos y arces bastardos además de moreras, y el Acueducto de las Aguas Libres. En el segundo dibujo puede verse la puerta de entrada a la plaza desde una ventana de la casa.
El viajero ve los altos pilares, los arcos gigantescos del Acueducto das Aguas Livres sobre el río de Alcántara y piensa qué largas y penosas deben de haber sido las sedes de Lisboa. Quien construyó realmente las Aguas Livres, y las pagó con su dinero, fue el pueblo de Lisboa. Así lo reconocía la lápida escrita en latín, entonces colocada en el arco de la Rua das Amoreiras, y que rezaba así: "En el año de 1748, reinando el piadoso, feliz y magnánimo rey don Joáo V, el Senado y el pueblo de Lisboa, a costa del mismo pueblo y con gran satisfacción de él, introdujo en la ciudad las Aguas Livres deseadas por espacio de dos siglos, y esto por medio de perseverante trabajo de veinte años arrasando y perforando cerros en una extensión de nueve mil pasos". Era lo mínimo que se podía decir, y ni el orgulloso Joáo V se atrevió a negar la verdad.
No obstante, veinticinco años después, por orden del marqués de Pombal se mandó picar la lápida "en término que no se conozca más la existencia de dichas inscripciones". Y en lugar de la verdad fue autoritariamente colocado el engaño, el logro, el robo del esfuerzo popular. La nueva lápida, que el marqués aprobó, falsificaba así la historia: "Regulando don Joáo V, el mejor de los reyes, el bien público de Portugal, fueron introducidas en la ciudad, por acueductos solidísimos que durarán eternamente, y que forman un giro de nueve mil pasos, aguas salubérrimas, haciéndose esta obra con tolerable gasto público y sincero aplauso de todos. Año de 1748".
Viaje a Portugal de José Saramago, 1995
Cá te esperamos!
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