Los matones del puerto tienen las cartas marcadas. Mariano escribe siguiendo las caracolas de humo en la oscura mesa de los vencidos. Ve pateras, poleras mojadas, una nancy flotando con los ojos llenos de sal. Él quisiera. Hace una escalera de letras para escapar. Pone serifas a las eles para apoyar los pies y los pájaros puedan descansar del largo camino entre guerra y guerra. Se cree a salvo sobre las nubes de azufre que dibujan las bombas. Pero ya no queda nada desde que alguien llenó de drones el aire. Nada más que esa puerta de papel donde aparece su nombre en tinta negra. Dentro están las últimas aves, los amigos de siempre, los senderos pisados por la memoria, las ciudades tranquilas, los árboles milenarios, los horizontes de agua, los juegos sin trampas. Acurrucados entre la paja esperando el final del diluvio.
¡Entrad amigos, entrad!
Muchas gracias por tus palabras y por tu mirada. Lo cierto es que te estoy profundamente reconocido. Me quedo con todas esas cosas y sobre todo con los amigos de siempre. Abrazos.
ResponderEliminarA ti por este generoso regalo.
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