Cuando las aguas vuelven a su cauce, recuperan lo que es suyo. Inundan la cebada y las cepas. Y aquellas alamedas extrañas que no rodeaban ninguna noria, que no daban sombra a ninguna casilla, vuelven a su sitio.
Aquí puede verse que los agricultores se incorporaron el cauce del arroyo de San Andrés, que aparece más sombreado en la foto aérea, hasta la línea de tren que va a Daimiel, a la altura de las minas de Zarapa, donde parece tomar dos caminos rodeando a ambos lados el cerrillo para incorporarse al Pellejero. Las alamedas están marcadas en verde. Ahora corre el agua por aquí y los campos están verdes.
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