Se inyecta agua, arena y aditivos químicos en el subsuelo. De ese conjunto que se inyecta se recupera entre un veinte y un ochenta por ciento. Es decir, en el mejor de los casos, recuperamos un ochenta por ciento de esa mezcla, el resto se queda. Aunque hay iniciativas en las que se está pidiendo a la industria que especifique qué elementos químicos son los que utiliza, éstas son voluntarias y, por tanto, no se conoce exactamente su composición. Esto supone un riesgo para los acuíferos.
En el momento tanto de la perforación como de puesta en producción del pozo, pueden producirse escapes de metano, un gas de efecto invernadero veintitrés veces más potente que el dióxido de carbono, aunque tenga una vida más corta en la atmósfera. Sin olvidar “los efectos sobre la salud de los aditivos químicos, cancerígenos y mutagénicos.
En Castilla-La Mancha, hay concedidos tres permisos de investigación: uno en el norte de Guadalajara y sur de Soria, otro en el sur de Albacete y norte de Murcia, en la zona de Hellín, y otro exclusivo de Castilla-La Mancha, que englobaría los términos municipales de Villarrobledo, Munera, El Bonillo y Alhambra. Es una zona limítrofe con las Lagunas de Ruidera, si se produjera cualquier tipo de infiltración en el subsuelo podría contaminar las aguas subterráneas, contaminaría el Acuífero 23 -la vida de La Mancha Húmeda-. Es un riesgo que, según expertos de la industria, podemos asumir, pero que otros pensamos que es un riesgo que no podemos ni debemos asumir cuando hay otras alternativas a la explotación del gas no convencional.
Foto mcr.es
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