domingo, 6 de octubre de 2013

el superdrago y las piscinas de garachico




Me levanto muy temprano y, mientras Beni duerme, desayuno en la estación de guaguas, en su bar sucio lleno de trastos. Veo llegar las guaguas y la gente transitando. Paseo por el edificio a la cubana, del mismo color que las guaguas, subo por su escalera circular llena de meadas. La terraza es una plaza en ruinas con plantas carnosas casi secas. Un conductor trata de meter a nueve turistas en una furgoneta Berlingo. No caben ni de coña. Señores, hay que acoplarse, les dice. Subo la pequeña colina de casitas pequeñas, edificaciones redondas cuyo techo acaba en una chimenea y viviendas antiguas. Un viejo camión Fiat de Transportes Castilla.

El bus recorre carreteras pequeñas y tortuosas, para en todos los pueblos. Nos gusta San Juan de la Rambla, con una plaza preciosa que nos prometemos ver a la vuelta. Nos mareamos con tanta curva. La tinta marrón se me vierte en el bolso.

En Icod de los Vinos, subimos a la Iglesia de San Andrés, en una atalaya desde la que vemos nuestro querido y anciano drago en un barranco bien conservado sin construciones excepto una casa antigua y su huerto. Rodeado de palmeras canarias, pequeños dragos y alguna buganvilla que aporta su fuerte color magenta. Dejo de dibujar cuando la gente sale de misa. El bar está bajo el quiosco de música.

Cojemos otra guagua a Garachico, muy cerca. Allí vemos el antiguo puerto que la lava cubrió, dejando cantidad de arrecifes de color ferruginoso, un extraño paisaje donde la gente toma el sol y se baña. Nos bebemos una cerveza y almorzamos en una terraza que permite la visión de este espectáculo, ideal para dibujarlo. Después vamos a la Plaza de la Libertad, donde están el Convento de Santa Ana, el Palacio de los Condes de la Gomera y el Convento de San Francisco pegado al Ayuntamiento. Otro bar bajo el quiosco de la mmúsica, viejos jugando al mus, limoneros gigantes. Subimos hasta lo más alto del pueblo desde donde vemos la torre y una isla oxidada de lava (Roque de garachico). Volvemos a las piscinas naturales, donde mejor se está.

Damos vueltas por el puerto Santa Cruz, la estación moderna de acero inox como el ala de un avión, el Auditorio de Calatrava, la puerta del Mercado de África, pintado de rosa, las calles comerciales y sus plazas de edificios racionalistas franquistas, la capitanía en la Plaza Weyler (un homenaje al inventor de los campos de concentración, contra los mambises), cafeterías de diseño y el parque municipal García Sanabria con el árbol del caucho, el palo borracho, la pitanga y la palmera de cola de pescado ramificada con esa hoja tan raaara, raaaara, raaara.

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