Diego Eliseo Valde Antonia Calixto Pilar
Manuel Ángel Elías Antonio Ester
Paseamos, el domingo, por las dehesas de las sierras de Cardeña y Montoro (al norte de Córdoba). De Azuel a la Venta del Charco, unos veinte kilómetros. A pesar de que vamos muchos, el ritmo es rápido y no dibujo nada hasta la comida. Alcornoques, encinas, quejigos, fresnos en los arroyos y algunos grupos de robles melojos (incluyo una hoja, de grandes entradas en los lóbulos, que llegan casi al nervio, en mi cuaderno de árboles y plantas). La comida (morcilla, presa, patés de caza, migas y ciervo con Pedro Ximénez) bastante bien para el precio; en el restaurante Eusebio, montado junto al grupo de casas rurales (sólo abre los fines de semana).
El ambiente está bien, pero yo prefiero menos gente. Dibujo a algunos comensales. Nadie pone reparos, incluso si los saco más feos o más viejos. Demasiado respeto al artista de chichinabo.
Para el café me escapo un poco. Voy al bar El Niño, que es como el casino de aquí. Los abuelos juegan al dominó con el dueño, que tiene que levantarse para ponerme el café. Tiene un patio muy chulo con una higuera, vistas a las montañas de la sierra, mesas y sillas. Ahí me fumo un cigarro tranquilamente, pensando en que si hubiera venido solo comería aquí. Estoy un poco oxidado y noto nacer las agujetas por los carrillos del culo.
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