En 1941, junto a Mario Barata, participa en la creación del Centro Cultural de Bellas Artes de esta ciudad. En 1945 cambia su residencia a Rio de Janeiro y, en el año siguiente, realiza su primera exposición en el Instituto de los Arquitectos de Brasil. Becado por el gobierno francés, va a París, donde permanecerá hasta 1950, asistiendo a la Escuela Nacional de Bellas Artes y a la Académie de la Grande Chaumière. Su huida del academicismo le hace abandonar estas instituciones. Aun así, entre 1947 e 1948 participa en el Salón de Otoño y el Salon d'Art Libre. De vuelta a Brasil, en 1951, se instala en el taller de de José Pedrosa y se presenta en la 1ª Bienal Internacional de São Paulo. Retorna a Paris en 1954 e permanece en Europa hasta 1959, pasando por Inglaterra y Bélgica, donde, en 1958, realiza un panel para el Palais des Beaux-Arts. A su vuelta a Brasil en 1961, edita un álbum de poemas e litografías propios, y João Siqueira realiza un corto sobre la obra del pintor. Vuelve a Paris en 1965, donde permanece hasta su muerte, en 1967.
Trazos, colores, tramas, manchas y salpicaduras aparentemente abstractas estampan con eficacia, en palabras del artista, “paisajes, marinas, árboles, puertos, ciudades, en definitiva, notas de viaje. Parto del realismo y luego corto las ramas hasta llegar al punto que exige mi sensibilidad. […] La naturaleza fue y será siempre mi granero”. Este gozoso compromiso con la vida guió su acercamiento y asimilación del lenguaje internacional del arte abstracto. Como resumiría Ferreira Gullar, Bandeira “aprovechó las posibilidades del nuevo lenguaje para expresar su relación amorosa con la realidad que vivía y la realidad que había vivido”.
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