La primera carta que Vincent Van Gogh escribió a su hermano menor Theo está fechada en agosto de 1872, la última en julio de 1890. En los dieciocho años que las separan Vincent escribió al menos novecientas misivas –casi unas tres al mes– aunque la frecuencia varió bastante. La extensión es todavía más importante que su número, a medida que la correspondencia aumentaba crecía también el volumen de cada una, con frecuencia ocho hojas e incluso más. Cuando se suicidó, de un tiro en el pecho con 37 años, tenía su última carta inacabada en el bolsillo.
Van Gogh escribió al igual que otros llevan un diario y leerlas es adentrarse en un personaje único y de excepcional brillantez. En holandés, francés e inglés, Vincent habla de todo, le describe las situaciones que vive a lo largo de sus múltiples cambios de residencia, le recomienda libros, le habla de su gusto por el arte y su predilección por ciertos pintores, por lo que es posible saber que le gustaba, que le disgustaba y que le intrigaba. Un detalle importante son los pasajes en los que Vincent describe los dibujos o pinturas en los que trabajaba y lo que más le atraía del tema, junto a reflexiones acerca de la composición y el uso del color, a menudo añadía pequeños bocetos para que su hermano se hiciera una idea de su trabajo.
Bien podría haberse ganado la vida como cronista. Estructuradas, con una exquisita caligrafía y un dominio casi literario, el pintor se revela como un buen narrador que crea una obra escrita compacta. Habla con delirio de los colores que pondrá en una tela aún no pintada (los rojos, naranjas y violetas del crepúsculo) para disertar luego sobre la esencia de la vida. Mantengo el fuego vivo, escribe una vez, para añadir en otra línea: Si es preciso, no tengo inconveniente en meterme en líos en beneficio de mi obra. Sin esperar respuesta, busca una salida a sus afanes en otra anotación. Si dejo de buscar, estoy perdido; pobre de mí.
Theo van Gogh, que le sobrevivió apenas un año y falleció a los 34, guardó sus cartas con el amor y la dedicación que le mostró durante toda su vida. El Museo Van Gogh de Ámsterdam y el Instituto Huygens de la Real Academia holandesa de Artes y Ciencia las reunió en un enorme libro con todo su epistolario. Seis volúmenes con más de 2.000 dibujos, en cuya presentación, en 2009, se expusieron las obras que en ellas se describen.
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