Realizados en fundición a la cera perdida, huecos en el interior y con los detalles trazados en frío. Orejas y cuernos se fundieron por separado y se unieron a la cabeza mediante remaches. Los ojos, en algunos casos, estaban rellenos de pasta vítrea.Se interpretan como la representación de una divinidad más que como elementos de culto al toro. El santuario de Son Corró, en funcionamiento desde el siglo V a.C. hasta la conquista romana, era un edificio de planta rectangular en cuyo interior se distribuían sin orden pilares monolíticos, de un metro de altura, con posible función de betilos. Tres esculturas de bronce presidían las ceremonias: dos cabezas de toro y una de becerra, posiblemente colocadas sobre fustes de columnas.
Foto: Santiago Relanzón / Museo Arqueológico NacionalCabeza de toro. Pablo Ruiz Picasso. Bronce. París,1942. Dos piezas ensambladas en 1997. 42 x 41 x 15. Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte. Préstamo temporal en el Museo Picasso Málaga.
Está formada uniendo el manillar y el sillín de una bicicleta. Esta escultura es un gran ejemplo de cómo el artista malagueño disponía del poder de transformar dos objetos comunes encontrados, recombinados y soldados, generando casi un poema visual: una cabeza de toro dramática a la vez que cómica.Ambos objetos liberados de la función para la que fueron ideados, permanecen perfectamente reconocibles como tales aunque en un ambiguo equilibrio. La ambivalencia, y la “doble vida” de los objetos y de las imágenes encontradas, eran para Picasso maneras de posicionarse frente a las imposiciones de la pintura como mero ejercicio de imitación de la realidad.
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