Este local de la calle Embajadores 42 siempre me ha gustado, incluso cuando era una taberna sucia de barrio que regentaba Vicente y se llamaba Bar La Peña. Era la típica taberna de perdedores de cabeza gacha sentados en un taburete oyendo hablar de fútbol en la barra. Hace unos seis años, unas chicas la adecentaron un poco y la llamaron La Fantástica. Lo mejor era que todas las mañanas hacían un perolo de guiso que nos ponían a medio día de tapa.
La Fantástica en 2020 |
Hace unos meses volvió a cambiar de dueño. Ahora es un asturiano joven de esos que van al gimnasio, se rapan el cuello y les aburre leer. Ha limpiado a fondo la taberna, la ha pintado y ha puesto unas cuantas plantas muertas o sintéticas. El ambiente es bueno, con gente de todas las edades (menos las más jóvenes) y un aspecto como copiado del Tribuetxe, de la calle Tribulete, cuyo éxito se basa en sus tapas calientes y camareros simpáticos.
De allí se trajo a Aitor, un exitoso camarero vasco gracioso, simpático, franco y honesto. Y aquí lo podemos ver detrás de la barra. Me han fichado, me dice, dando a entender una subida de sueldo considerable. Por ahora, es lo mejor del sitio. Hay tapas calientes, pero no para tirar cohetes, alguna cerveza artesana y muy escasos vinos. Ninguno manchego, claro.
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