Sus hojas son palmadas, como el arce, de cinco o siete puntas y los bordes serrados. Lo más impresionante es su color en el otoño, ya que tiñe su tono verde en una gama de colores que varían desde el amarillo blanquecino, más fuerte y naranja, hasta el rojo burdeos y violeta.
El liquidámbar prefiere suelos fértiles, ligeramente ácidos, húmedos y bien drenados. Los riegos no demasiado profundos. Es un árbol muy resistente que no necesita grandes cuidados, excepto de sus raíces, muy delicadas, que no aguantan bien los trasplantes.
Para cultivarlo podemos usar sus semillas, con un largo letargo, en otoño, el acodo en primavera o el esqueje en verano. Su crecimiento inicial es lento. Sus raíces se extienden pudiendo producir destrozos en los edificios. Hay que respetar las distancias entre ejemplares y construcciones, entre 6 y 8 metros.
Los ejemplares de la foto están frente al Museo del Prado, en Madrid.
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